Por: Iván Carrino
Gracias a la importancia que ha cobrado la moneda estadounidense en el mundo, la Fed (Banco Central Norteamericano) es considerada por muchos como el modelo de política monetaria a imitar. Sin embargo, no todo lo que reluce es oro.
En un reciente estudio realizado por los profesores Selgin, White y Lastrapes, de distintas universidades de los Estados Unidos, se pone de manifiesto que la Fed cumplió de una manera bastante deficiente los objetivos que ella misma se propuso en el momento de su creación, 100 años atrás.
Por ejemplo, si tomamos el objetivo de mantener los precios estables y lo comparamos con el índice de inflación en los Estados Unidos, podemos ver que, desde la creación del Banco Central, el dólar perdió el 96% de su valor. Es decir, si en 1913 uno compraba 100 caramelos con un dólar, en 2012, sólo pudo comprar 4.
La caída del poder adquisitivo del dólar (que se puede ver en el gráfico) es la contracara del aumento del nivel de precios, que en los años posteriores a 1913 se multiplicaron por 23.
Ahora bien, ésta no es la única señal de la debilidad de la moneda norteamericana. Si tomamos como referencia el mes de mayo de 2003, por ejemplo, podemos ver que el precio del dólar se ha derrumbado en toda la región, con caídas del 30% en Brasil, 32% en Chile y Uruguay, 37% en Colombia y 26% en Perú.
Por último, cabe decir que desde que la Fed decidió flexibilizar su política monetaria con la ilusión de combatir la crisis financiera de 2008, el dólar se ha visto muy golpeado en los mercados que sirven para resguardar el valor como, por ejemplo, el oro. El oro, que Keynes alguna vez denominó “reliquia bárbara”, aumentó desde la quiebra de Lehman Brothers un 100%, pasando desde US$ 825 la onza a más de US$ 1600 en la actualidad.
Economía a contramano
A contramano del mundo, desde la asunción de Néstor Kirchner, en la Argentina el precio del dólar subió un 71% (lo que hace difícil entender que algunos digan que el cepo es para no devaluar, cuando la definición de devaluación es la pérdida de valor nominal de la moneda nacional frente a una moneda extranjera). Por otro lado, si consideramos el dólar libre, la suba fue de 130%. Es decir que, si uno tenía un dólar en mayo de 2003, lo conservó hasta diciembre de 2012 y lo vendió en el mercado libre, ahora tiene, medido en pesos, más del doble de fortuna.
En muchos lugares podremos leer que este ascenso brusco del precio del dólar es una respuesta natural a la elevada inflación que padece nuestro país. Pero como bien nos recordaba el economista austríaco Ludwig von Mises “la inflación no es un acto de Dios, no es una catástrofe natural, ni una enfermedad que aparece como una plaga. La inflación es una política”.
Y es una política destinada a los que -al principio- parecen objetivos nobles como “reactivar la economía” o financiar al gobierno para que pueda mejorar el “bienestar social”. Sin embargo, si bien en el corto plazo esta política puede tener cierto éxito, la realidad es que, en el mediano y largo plazo, pasa sus facturas.
Ahora bien, no existe un país en el mundo que no tenga, aunque sea, un poco de inflación. Es decir, no existe país en el mundo en el que no haya una política inflacionista. Ni siquiera, claro está, en los Estados Unidos.
Con lo que, en conclusión, y parafraseando al ex presidente Juan Domingo Perón, lo que evidencia la suba del dólar no es que la política monetaria de la Fed sea tan buena, sino que la del Banco Central de la República Argentina es tan mala que, a su lado, los verdes parecen óptimos.