Por: Iván Carrino
En la ciudad de Buenos Aires hay 38 mil taxis registrados. Cada uno de ellos tiene una licencia otorgada por el Gobierno municipal que les permite operar legalmente. En Nueva York, la cantidad de este tipo de vehículos circulando por las calles es mucho menor. Son alrededor de 14 mil.
Otra diferencia es que la población de Buenos Aires ronda los cuatro millones, mientras que la de Nueva York es del doble. Es decir, taxis no faltan en Buenos Aires y Uber no viene a resolver un inexistente problema de escasez de vehículos de transporte.
Sin embargo, no por ello Uber deja de ser una empresa necesaria. A continuación explicaré cuatro problemas que Uber viene a resolverles a todos los habitantes de la ciudad del tango.
Ofrece mayor comodidad: la tecnología representa el deseo del hombre de hacer su vida más sencilla. Hoy en día no sólo no tenemos que lavar la ropa a mano gracias al lavarropas, sino que con hacer un clic basta para comunicarnos de manera gratuita con un amigo, pariente o colega que se encuentre a diez mil kilómetros de distancia. Uber es una aplicación que permite que, con sólo apretar unos botones de nuestro celular, podamos recibir un servicio de transporte privado desde y hacia cualquier destino de la ciudad.
Evita el congestionamiento: uno de los motivos por los que el Gobierno comenzó a regular la actividad de los taxis en la primera mitad del siglo XX fue el alto nivel de congestión que generaban cuando su número era excesivo. Sin embargo, la razón por la cual aparece la congestión es que los taxistas tienen que circular para buscar pasajeros todo el tiempo, por lo que van a velocidades por debajo de las deseadas y obstruyen la normal circulación. Con Uber esto no sucede, puesto que el chofer puede tener el auto estacionado permanentemente y encenderlo una vez que recibe un pedido.
Garantiza que en todo momento haya autos disponibles: el innovador sistema que tiene Uber para establecer tarifas produce que no falten vehículos cuando más se los necesita. Cuando llueve en la ciudad, la demanda por taxis crece. Sin embargo, su tarifa plana no les permite adaptar la oferta y lo que suele pasar es que conseguir uno se vuelve imposible. Dado que Uber sube los precios cuando sube la demanda, esto incentiva a más cantidad de autos a salir a la calle, por lo que resuelve el problema de la tarifa regulada.
Demuestra que no es necesaria la intervención gubernamental: tal vez lo más importante de esta aparentemente sencilla aplicación es que, como ofrece más comodidad, mayor disponibilidad y encima evita la congestión, demuestra a todas luces que el Gobierno no tiene ningún papel para cumplir en la regulación de este tipo de trasporte. La lección que Uber viene a darnos no es que hay una competencia desleal porque no cumple con las regulaciones, sino que las regulaciones vigentes son obsoletas y necesitan ser cambiadas.
Mucho hablan en el PRO sobre el futuro, las energías creativas de los argentinos y la necesidad de liberar ese potencial creador. En la ciudad de Buenos Aires incluso existe un Ministerio de Modernización, Innovación y Tecnología. Sin embargo, su actitud ha sido unánime: hay que prohibir Uber para “cuidar a los taxistas”.
La decisión es reprochable, pero difícilmente podría sorprendernos. A fin de cuentas, como decía Juan Bautista Alberdi, la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual. Incluso cuando el Estado está en manos de supuestos neoliberales.