Como presidente firmé, en 1977, la Convención Americana de Derechos Humanos. Aunque el Senado de los Estados Unidos no ha ratificado aún la Convención, 25 países del hemisferio lo hicieron y nació la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 1979. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos fue creada mucho antes e incorporada en la Carta de la OEA en 1967. Juntas conforman uno de los sistemas de derechos humanos más completos del mundo. Esta es una conquista de la que todos debemos sentirnos orgullosos y a la cual debemos proteger. Estas instituciones sirven a los ciudadanos y ciudadanas que podrían no tener ninguna otra forma para hacer valer sus derechos y demandar protección.
Me siento orgulloso de que mi gobierno apoyó firmemente a la Comisión, porque ésta jugó un papel esencial en la reducción de las violaciones a los derechos humanos y en el fortalecimiento de la transición a la democracia después de un período de dictaduras militares.
No obstante, me preocupa la persistencia de problemas que actualmente apremian incluso a los gobiernos democráticos, como la violencia sufrida por los grupos originarios e indígenas por sus discrepancias sobre recursos naturales con los gobiernos, y las acciones de gobiernos que lesionan la libertad de expresión de organizaciones no gubernamentales y de los medios de comunicación. Me perturban los informes sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas por las fuerzas de seguridad de algunos países. Me alarman las condiciones infrahumanas de las prisiones en muchos de los países, que amenazan no sólo la vida de privados de libertad en cumplimiento de sus sentencias, sino de muchos ciudadanos y ciudadanas detenidas por períodos prolongados sin que se hayan presentado cargos.
El sistema interamericano de derechos humanos lucha por proteger a las personas que padecen todas estas situaciones. No debemos verlo como una afrenta a la autoridad de nuestros gobiernos, sino por el contrario, como nuestra obligación compartida de promover y defender los derechos humanos universales que todos enaltecemos y queremos.
En el último año, algunos estados miembros del sistema interamericano han planteado preocupaciones acerca de los procedimientos y decisiones de la Comisión Interamericana y se ha generado un intenso debate sobre las reformas más apropiadas que deberían ser adoptadas.
Debemos buscar maneras adicionales para fortalecer a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y asegurar su independencia de presiones políticas. Entre ellas se incluyen suficiente financiamiento para asegurar que un número apropiado de abogados pueda investigar las denuncias adecuadamente, así como relatorías especiales fuertes y efectivas para tratar temas fundamentales como la violencia contra mujeres y niños, la discriminación contra grupos vulnerables y la libertad de expresión, incluido el derecho a disentir pacíficamente para toda la ciudadanía. Podría ser que la Comisión necesite algunas reformas para ser más eficiente, pero su autonomía no debe ser reducida. La OEA debe considerar cuidadosamente las propuestas que se presenten, sin embargo, nosotros no debemos permitir, bajo ninguna circunstancia, que este tesoro ciudadano sea debilitado.
Si bien todos los estados miembros, con base en la Carta de la OEA, se encuentran sujetos a la acción de la Comisión Interamericana, su Estatuto y la Declaración Americana sobre Derechos Humanos, sólo aquellos que hayan ratificado la Convención Americana de Derechos Humanos están obligados a respetar las decisiones y sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Es lamentable que algunos Estados no hayan ratificado la Convención Americana por las restricciones en ella contenidas, sobre la pena capital o las provisiones que protegen la vida desde la concepción, cuando la ratificación con reservas es una posibilidad a su disposición. De este modo la universalidad de los derechos humanos podría alcanzarse mediante la ratificación de la Convención por todos los estados miembros de la OEA.
La participación universal en nuestros cuerpos hemisféricos de derechos humanos afirmaría y fortalecería el compromiso de nuestras democracias de proteger los derechos humanos. En este Día Internacional de los Derechos Humanos, urjo a todos los gobiernos a asegurar que todas las conquistas que juntos hemos alcanzado como hemisferio no sean abandonadas, sino que por el contrario nos sobrevivan y perduren más que nosotros.