Por: Julio Bárbaro
Es el único candidato con posibilidades de aportar un triunfo oficialista y la persona que ellos, los del Gobierno, menos soportan. Es como decir que el heredero de Stalin es un discípulo de Gandhi. Ahora bien, los guerreros de la burocracia agresiva quedan demasiado al desnudo con su candidatura. Cuando Forster dijo que Scioli no los representaba, confesó algo indiscutible: ellos son un sector distinto del peronismo al que la sociedad votó; que se dedicó a perseguir a todos los que no obedecían sus ridículas órdenes. La supuesta izquierda de los restos del partido comunista con el que nunca congeniamos y de la guerrilla, que se creyó más importante que el pueblo. Ambos, restos de ideologías vencidas, encontraron en el Gobierno un lugar que nunca soñaron. No supieron llegar al poder por los votos, la suerte los premió con un gobierno pragmático de derechas que necesitaba justificación ideológica, y ahí se subieron todos. Los que de jóvenes soñaron hacer la revolución, ya de mayores aceptan un espacio de poder a cambio de explicar que este autoritarismo se parece a la democracia limitada de sus sueños juveniles.
Gente que cuestionaba a Perón por reformista y nunca asumió que sus héroes, Fidel y el Che Guevara, fueron el camino a la pérdida de muchas vidas sin que al menos Cuba resultara un lugar del que se pudieran enorgullecer. El capitalismo nos trajo muchos problemas, pero el marxismo con el que intentaron enfrentarlo para construir el futuro, terminó aplastado por los muros que necesitaban para limitar la libertad.
¿Qué les ofrecía el Kirchnerismo para justificar tantas cartas y lealtades? Pedazos de poder y odios, que parecían revolucionarios pero expresaban exclusivamente resentimiento entre ricos.
El Kirchnerismo agoniza; tanto, que Scioli es su único posible heredero. Sólo puede sobrevivir como la negación de lo que es. Aparecieron los opinadores asustados, los que imaginan que, como “los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz”, en consecuencia el Kirchnerismo es una enfermedad incurable. Los asustados compran encuestas donde gana el que las paga; los alcahuetes devienen heroicos persiguiendo jueces y el oficialismo – ya en los finales de su poder -sigue vivito y coleando. Los personalismos no tienen herederos, siempre terminan obligados a elegir a sus propios verdugos.
El Kirchnerismo es una mezcla entre nuevos ricos y restos de la guerrilla; choznos del marxismo gorila que nunca logró hacer pie por culpa del peronismo y que sirve para que no hablen de autoritarismo del pasado y aprendan en serio cómo es el autoritarismo del presente. El Kirchnerismo es una enfermedad de los universitarios porque los de abajo están inmunizados por el peronismo. El Kirchnerismo es la degradación del marxismo en su propuesta de exceso de adaptación.
Scioli es la versión digerible del oficialismo, su réplica más negada, y a la vez, su manera de asumir una realidad que no soportan. Ellos son Boudou, viven en un médano, pero con Scioli pasan a ser parte de lo popular. Scioli es la versión humana del oficialismo. Sobreviven sólo en Scioli, en su expresión de negación, donde al quitar los odios y las pretensiones revolucionarias quedan reducidos al pragmatismo que delata que solo son la ambición de poder en estado puro.
Los que se parecen a Cristina no tienen votos, y Scioli los tiene sólo porque dice ser leal a ella, pero en realidad es leal a sí mismo. Si Scioli ganara, el Kirchnerismo pasaría a mejor vida. Pero si gana otro -cualquiera sea- también.
Eso de imaginar que le van a meter toda la lista de energúmenos a Scioli para manejarlo es tan absurdo como cuando decidían que el poder estaba en la boca del fusil. Nadie llega al poder para ser instrumento de otro. Tiene razón Forster cuando dice que Scioli no los representa; si los representara no tendría los votos que tiene.
Recuerdo los murales con la mano de Lorenzo Miguel y en ella un pequeño Luder. La sociedad no vota delegados y nadie tiene vocación de serlo. El Kirchnerismo puede agonizar con Scioli o desaparecer con cualquiera de los otros. El peronismo que pueda sobrevivir a esta demencia se va a sacar mucho universitario revolucionario piantavotos de encima.
Scioli es un candidato posible en la medida que no se parezca a Cristina ni a sus aplaudidores. Puede ganar únicamente si logra tomar distancia de sus verdugos, que son los que lo necesitan como escudo para continuar con un proyecto de sobra fracasado. Si demuestran que lo dominan, lo arrastran a la derrota; si lo dejan en libertad asumen su final. La tienen complicada.
El Kirchnerismo no tiene futuro; el mejor candidato que tienen es-paradójicamente- el que más odian, y con los otros, desaparecen. Únicamente el miedo de algunos asustados y la fe de algunos extraviados, los imagina con posibilidades de ganar. Las encuestas pueden comprarse, hasta a veces alquilarse, los votos no. Después de estos años de odio y sectarismo vendrán los tiempos de la convivencia en democracia. Y para ese futuro, el Kirchnerismo no tiene candidatos.