Por: Julio Bárbaro
Lo malo de los enojos es que cuesta salir de ellos. Los argentinos estamos encerrados en un ring y nos avisan que la pelea va a durar un año, más o menos. Y que no nos hagamos ilusiones, porque en ese ring no hay reglas de juego y no se descuentan puntos por los golpes bajos, porque todos los golpes lo son. Y que no hay referí. El referí es lo primero que compraron; ése no se vende, se alquila porque quiere volver a cobrar en la próxima pelea. Y que no podemos confiar en las hinchadas; ellos lograron en el desarrollo de los odios que los partidos se jueguen con una sola hinchada. Y que los otros, los visitantes, ocupan el lugar de la oposición a la que consideran enemiga. Esos, que con sólo opinar ya desestabilizan.
Y están los oportunistas, mirando la marea para ver en qué momento la nave del gobierno se acerca a tierra y se tiran de cabeza para poder estar libres de participar del oficialismo que viene. Son tantos los que aplaudían las privatizaciones de Menem que hasta la Presidenta tiene discursos privatizando lo mismo que después festejó al estatizar. Soldado que huye sirve para otra guerra, pero no hay guerreros dispuestos a sobrevivir un año en la selva de la oposición. Es por eso que la soldadesca oficialista no tiene deserciones; la mayoría es gente que sabe de cambiar de monta, nunca lo hacen a mitad del río. Y todavía no avizoran la playa futura, el lugar que les permita un tranquilo desembarco.
Y están los pesimistas y los inocentes que cuando ven hablar a la Presidenta imaginan que ese mal es para siempre, que el kirchnerismo vino para quedarse. No entienden que al bajarse del Estado todos quedan al desnudo; que en nuestra sociedad hay un solo partido -el gobernante- que reparte prebendas y favores a cambio de aplausos y justificaciones. Ya los gobiernos anteriores se creyeron eternos y sin sucesores; al bajarse quedaron tan debilitados que tardaron en salir de terapia intensiva y no todos lograron salir. El kirchnerismo sin poder es una utopía imposible, inimaginable. La mayoría de sus miembros ya vienen de otros matrimonios y de enormes divisiones de bienes. De esos no queda nadie, se les ve en la cara que obedecen y aplauden porque no hay otra oficina de reparto. Cuando la abran serán de los primeros en meterse en la cola de los leales al poder que viene.
Y a la Presidenta me cuesta imaginarla sin poder, ocupando un cargo que no sea el de arriba de todo. A los caprichos del poder se los puede disfrazar de ideología, si le sacan el poder queda un desnudo que es patético. No es el Pepe Mujica, un sabio amado por su pueblo que vuelve a las tareas de su chacra. No es Michelle Bachelet que deja lugar a un gobierno conservador y vuelve pacíficamente; aquí la cosa es distinta, el espejo es Venezuela: muchos odios y pocas propuestas. Y sin los obsecuentes de siempre es más fácil que Cristina tenga que explicar cómo llenaron las piezas del hotel antes que cómo hicieron la revolución progresista que nadie encuentra.
El kirchenrismo es una enfermedad pasajera. Estos muchachos de supuestas izquierdas no son como el Partido Obrero que se agranda en la pelea; estos muchachos están más acostumbrados a la prebenda que reciben desde la poltrona. El kirchnerismo es una enfermedad pasajera que deja secuelas que pueden dañar para siempre el cuerpo social.
La democracia implica alternativas que se respetan, significa elegir entre opciones que incluyen distintas miradas entre adversarios, nunca entre enemigos. El autoritarismo mete miedo, cuestiona la esencia de la democracia que es precisamente la alternancia. El peronismo pregonaba la alianza de clases; sin embargo, el oportunismo gobernante intenta defender sus cuantiosos logros económicos personales escudándose en la lucha de clases. No es que están contra los ricos, solo intentan substituirlos. No tienen herederos, solo a la Presidenta. No tienen ideología, solo aplauden el discurso que nace desde el poder. Y no se puede criticar, una diputada explicó que ella no piensa, obedece. Se olvidó de aclarar que no la dejan, se lo han prohibido, pensar es de gente libre y el autoritarismo necesita esclavos.
La democracia es un camino de opciones con ideas y sin miedos. Estamos viviendo un tiempo donde las ideas casi no existen y los miedos son el fruto de una amenaza permanente. Cada cadena oficial; cada discurso Presidencial -de esos donde dice que habla para los cuarenta millones y solo se dirige a los que la aplauden.; cada clase magistral de autoritarismo donde nos destratan como si fuéramos una caterva de conservadores enriquecidos; cada experiencia de esas donde nos bajan una línea que intenta asustarnos y termina irritándonos; cada una de esas, es un golpe a la imagen que cada uno tiene de sí mismo.
Es una pelea de bastante tiempo y de golpes bajos, pero debemos saber que ganamos seguro, que los que amamos la democracia somos mayoría, que el humor del vencedor nos pertenece, que el miedo es un sentimiento que le corresponde al culpable y los asustados tienen que ser ellos. Es hora que asuman que no pueden responderle a la justicia, son los que deben pagar las afrentas y los robos que ejecutaron desde el poder. Que el miedo lo tengan ellos, nosotros sin duda sabemos que la democracia se va a imponer.