Por: Karel Becerra
“La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”
Jose Martí
Tuve mi primer encuentro con el comandante Huber Matos años atrás. Llegué a su casa con ese misterio de conocer a quien tenía tanta historia encima. Éramos varios en el salón contiguo a su vivienda. Antes de su entrada, me lo imaginaba quizá gigante, con tantas historias de la Sierra que había leído o escuchado. Sin embargo, entró con su cubanía intacta, dicharachero, y haciendo algún que otro chiste irónico sobre sus años y su salud. Recuerdo, cuando lo saludé, decir: “te doy esta mano porque tengo el hombro desbaratao con la mano de palos que me dieron”. Era tal su humildad que el resto de las horas pasó inadvertidamente a ser uno más entre nosotros, resumía en ese gesto lo que siempre fue, un líder y un soldado.
Casualidades de la vida, ese día apareció una urgencia con los miembros del CID en Cuba, yo tuve que oficiar de vínculo realizando una llamada telefónica, privilegio que me permitió adentrarme en su casa y, como premio, llevarme en mis manos un libro, su autobiografía: “Cómo llego la noche“.
Octubre 1959 – Momento en que Huber Matos es detenido
El libro, debo confesar, lo vi un tanto extenso, quizás por respeto a su gentileza, comencé a leerlo solo unos días después. Pero no lo leí, me lo devoré. Estimo que sus más de 500 páginas las he leído en apenas 48 horas. No podía parar de leer, y con ello vivir en carne propia la verdadera historia de la Revolución Cubana. Revolución que luego fue usurpada por quienes hoy aún ostentan el poder en Cuba. Ese libro es el libro de la Revolución. Contado desde una experiencia desgarradora, violenta y en ocasiones tan impactante que solo puedes pensar ”¡no es justo que tantos se hayan ido sin ver a una Cuba libre! ¡Dios, que algún día se haga justicia!”.
Esa autobiografía descarnada es también una dolorosa vivencia de la soledad de la lucha por la libertad, de cuántos cubanos han luchado en soledad, y cuántos han perdido su vida siendo tildados por los buitres de América como “gusanos”, “escoria” o “cipayos”. Pero la verdadera historia de la lucha aún está por ser contada. Quién sabe si con su muerte comienza el mundo a comprender y a ponerse de lado de la causa cubana.
La Lucha continúa, ¡Viva Cuba Libre!