Por: Luis Rosales
Alegría, felicidad, orgullo, emociones espontáneas que sentimos los argentinos ante la histórica decisión del Cónclave de Cardenales cuando elegía al Papa Francisco. Pero lamentablemente no todos sus compatriotas experimentaron lo mismo; el kirchnerismo duro a través sus personeros mediáticos ha empezado a instalar la idea de las relaciones del jesuita Bergoglio con la última dictadura militar.
Con el método ya conocido y repetido hasta el hartazgo de demonizar a opositores y adversarios, por los medios argentinos oficiales y para oficiales comenzaron a circular rumores y testimonios de gente que afirma que en aquellos años, el actual Santo Padre no habría defendido con energía a dos curas de su orden que luego fueron detenidos por unos meses. En esa habitual costumbre K de utilizar la tragedia de las violaciones de los derechos humanos para beneficio político, sin tener por otra parte demasiados pergaminos propios, tratan de manchar la blancura inmaculada, con la que más allá de las vestimentas, el nuevo pontífice está sorprendiendo al mundo entero. Una verdadera pena.
Estos gestos demuestran desesperación y desconcierto ante el impacto de las noticias procedentes del Vaticano, algo muy poderoso y para muchos muy riesgoso. El rebote mediático en la Argentina de miles y miles de centímetros y segundos de prensa escrita y medios electrónicos, dedicados a este nuevo pastor de la Iglesia y sus gestos y actitudes, constituyen un verdadero tsunami informativo que no podrá ser contenido por las barreras y la manipulación habituales con las que el régimen intenta controlar a la opinión pública. Ni con los noticieros adictos, ni con el fútbol para todos, ni con la nueva ley de medios. Irrumpe sorpresivamente en la escena nacional un nuevo actor, con mucha más influencia, autoridad moral y poder que la Presidente y al que no podrán callar o disciplinar a través de los procedimientos habituales. Algo absolutamente nuevo e inesperado dentro del orden reinante.
Pero el efecto sobre los argentinos será mucho mayor y más profundo. El ejemplo de un hombre nacido en esta Patriaque, desde lo más alto del poder terrenal y espiritual de la humanidad, apuesta por los pobres y los humildes, dando testimonio personal con su conducta, su vida, su sencillez y su apertura al diálogo, será demoledor. Especialmente si se contrasta con los abusos permanentes, la prepotencia, la corrupción e impunidad generalizada, la exhibición escandalosa de lujos y riquezas a la que nos tienen ya acostumbrados por estas latitudes. No hará falta discurso alguno, ni referencia directa por parte del argentino vestido de blanco sobre estos temas terrenales y nacionales. Serán suficientes su estilo, sus gestos, su presencia y acción de gobierno dentro dela Iglesia. Su sola actitud de recibir primero a Cristina, mostrando así magnanimidad y seguramente perdonando a quienes lo ofendieron y difamaron, ya lo pinta de cuerpo entero.
Pero parece que los milagros existen y más allá de esa reacción inicial y deplorable de querer demonizar a quien la amplia mayoría de los argentinos ya casi consideran un santo, las primeras decisiones oficiales y formales de nuestro gobierno van marcando una luz de esperanza. La comitiva que acompañará a la Presidente a la entronización de Roma estará integrada casi por primera vez por representantes de la oposición. Hasta el Presidente dela Corte Suprema de Justicia de la Nación, nuevo enemigo público número uno del gobierno, ha sido invitado.
Esperemos que el impacto de la elección de un Papa argentino continúe y provoque un cambio más permanente. Que se inicie un camino de moderación, de más humildad y de diálogo, encuentro y reconciliación entre los argentinos después de años de peligrosas divisiones alentadas en forma permanente desde lo alto del poder y de las que el Cardenal Bergoglio fue una de las víctimas predilectas. Con eso sólo, la contribución de Francesco para con su patria de origen sería de un valor incalculable. Habemus Papam y gracias a Dios es argentino.