Por: Luis Rosales
Explotó la bomba y el relato bolivariano se derrumba en pedazos. Las grabaciones presentadas por los diputados de la oposición muestran la gran farsa de la Revolución del Siglo XXI. Se confirma que, muerto Chávez, los bandos en pugna se están literalmente matando y que detrás del actual caos en el que se encuentra sumergida Venezuela se esconde la profunda división y decadencia del régimen.
Los neochavistas argentinos me echaron del canal en que trabaja por mucho menos. Por informar a los argentinos detalles de la salud del comandante ya desahuciado, que ahora nos enteramos eran ventilados por su propio yerno y actual vicepresidente. Dijimos en su momento que en el plan de los Castro para quedarse con Venezuela estaba Maduro y parece que teníamos razón. Los diálogos expuestos entre el periodista estrella del régimen, Mario Silva, y el jefe de la Inteligencia cubana demuestran que los ancianos que gobiernan con mano de hierro desde La Habana consideran al presidente Maduro como una pieza más en su juego de ajedrez internacional.
Exponen además la desconfianza y división entre los dos principales grupos internos que pelean por el control. Reafirmando la idea de que Diosdado Cabello, el líder de la Asamblea Nacional y cabeza de los militares nacionalistas, se opone y conspira contra la enorme influencia cubana en lo alto del poder. La gran incógnita siempre fue si podía existir el chavismo sin Chávez y los problemas que van enfrentando los venezolanos, agravados día a día, van indicando un pronóstico nada optimista. Peleas intestinas y desangrantes, manipulación de la opinión pública, corrupción generalizada, especulación económica destituyente, todos males que Maduro suele adjudicarle a Capriles y los opositores ahora resulta que no son otra cosa que ataques entre las facciones para conseguir el manejo del botín que representa la enorme renta petrolera. La ausencia del líder indiscutido y fundador se nota entre sus seguidores y ya nadie parece poder unir sus piezas.
A estas peleas entre los herederos se le debe sumar la muy frágil legitimidad de origen de las actuales autoridades, cuestionadas por la oposición y la mitad exacta de los votantes, más los desmanejos y el caos económico, que están provocando una situación muy complicada en todo el país. Los líderes y los votantes antichavistas alimentan con esto su bronca y reafirman su decisión por el cambio, mientras que en el seno mismo de las huestes pro gobierno comienza a reinar el descontento y la desazón. La inflación y la escasez de bienes básicos van minando el cepo informativo impresionante construido desde el Palacio de Miraflores y que prácticamente no ofrece voz disidente alguna dentro de la grilla de medios masivos de comunicación. Como siempre, la realidad se va imponiendo sobre las fantasías del relato.
A los argentinos esta situación debe preocuparnos ya que afecta a nuestro principal y casi único país aliado en el concierto internacional, pero además porque preludia nuestro futuro. En Mendoza los viticultores franceses nos enseñaron que entre las viñas conviene plantar rosales, porque se enferman antes de lo mismo. Viendo qué les pasa a aquellas plantas espinosas y floridas uno puede prever que le pasará después a los viñedos. Lamentablemente la historia reciente nos va demostrando que Venezuela es el rosal y la Argentina es la viña. La decisión de Cristina de aplicar a rajatabla el manual del buen chavista nos va conduciendo inexorablemente hacia ese destino. Esperemos que reaccionemos a tiempo antes de que sea demasiado tarde.