Por: Margarita Stolbizer
La Argentina tiene una tendencia cíclica y, por lo general, sus actores principales se empecinan en no ver los errores cometidos en el pasado, volviendo a chocar contra la misma piedra. La mayor dificultad se le presenta a este Gobierno que se ha dado un baño de soberbia extrema, tal vez con la intención de no hacer explícita su real situación de debilidad y eso lo hace incapaz para resolver los problemas que no reconoce, y nos pone a todos frente a una política de parches (especialmente en materia económica) que pueden ser letales para nuestro futuro.
“El modelo” ha comenzado a mostrar grietas por donde se filtra el agua, y si bien no existen presagios de cataclismos, se hace necesario corregir, o sincerar algunas cuestiones para evitar males mayores.
El dulzor de las mieles recibidas durante estos diez años ha tenido que ver, sin duda, con las excelentes condiciones que han tenido nuestros productos dentro del comercio global. El precio de la soja ha sido, en gran medida, el elemento sostenedor de nuestra economía, pero lejos de poder definir los resultados como de una década ganada, más bien podemos afirmar que se trata de una década despilfarrada. Con el mayor crecimiento económico, Argentina no ha logrado resolver el problema de la inflación, o de la pobreza o del empleo precario, y hoy se empieza a sentir el impacto de las malas decisiones.
Si tomamos la cuestión del empleo, porque ha sido una de las principales banderas de la década ganada, se sustenta en un juego semántico para visualizar deudas pendientes que aún existen en ese ámbito. Los promocionados 5 millones de empleos creados desde el 2003 son, en concreto, nuevos puestos de trabajo, no así nuevas personas ocupadas. La diferencia, sutil radica en que una misma persona puede haber tenido más de un puesto de trabajo en simultáneo, lo que implica, al menos, un sobredimensionamiento de los logros propios con un simple fin electoral.
El mercado laboral argentino mostró crecimiento del 2003 al 2007, año en el que los incipientes problemas económicos (inflación, apreciación real de la moneda y desaceleración) comenzaron a ponerle freno. De esta forma, a partir de 2008 el empleo privado dejó de mostrar el rol de principal dinamizador que presentaba hasta entonces, cediendo su lugar al empleo público, tendencia que se observa hasta el día de hoy.
Actualmente, y pese a que la tasa de desocupación se ha mantenido relativamente estable, los desafíos siguen siendo estructurales, en un contexto donde el 40% de los trabajadores se encuentra en situación de precariedad. La informalidad tiene como correlato una peor capacidad de negociación salarial, crucial en un escenario inflacionario, así como una inherente mayor inestabilidad (perpetuando condiciones de pobreza e indigencia).
La evolución del mercado laboral en 2012 evidenció una alarmante reducción en las horas de trabajo, una tendencia a no volver a ocupar puestos que quedan vacantes y la ausencia de planes de contratación abarcativos por parte del sector privado. Luego de casi una década de alto crecimiento, los desmanejos económicos ponen nuevamente en duda la sustentabilidad de los niveles de trabajo.
La década kirchnerista podría ser analizada a partir de diferentes parámetros, institucionales, económicos o sociales. Pero sin duda, tomar el tema del trabajo resulta relevante para quienes creemos que allí se ubica la deuda y la oportunidad de hacer de esta Nación un territorio de esperanza para las generaciones que vendrán. De la misma manera que la educación. Y ahí podríamos encontrar otros elementos para demostrar que, aunque algunos puedan demostrar los resultados positivos de estos años, la pérdida de alumnos en las escuelas públicas, el deterioro de la calidad educativa y la desjerarquización de la labor docente, la falta de una visión integral del rol de la Educación en el proyecto de país, es mucho más lo que hemos perdido en estos años.
Tenemos todas las condiciones para recuperar, sobre la base del diálogo y la concertación, el sueño de una Argentina igualitaria. Si no dejamos que la década se nos escurra como agua entre las manos.