A propósito de los acontecimientos sucedidos días pasados entre distintos grupos (ahora se los denomina facciones) de quienes se atribuyen ser simpatizantes del Club Tigre, es posible desgranar algunas reflexiones:
1. Los hechos fueron graves. Una balacera en la vía pública con más de una decena de heridos, algunos graves, debe incluirse en esa categoría.
2. Se repite sistemáticamente desde hace aproximadamente unos diez años esta modalidad de violencia entre personas que simpatizan por el mismo club. Se disputan los dineros que se obtienen por estacionamiento, por la concesión de buffets, entradas de favor, y otros beneficios. Este año, se agregó para el Club Tigre su participación en la Copa Libertadores, extremo que potencia los posibles beneficios, por la existencia de viajes al exterior.
3. Los gestos, actitudes y decisiones de quienes están a cargo del fútbol, en este caso la AFA, y de quienes están a cargo de los clubes, aquí Tigre, deben ser muy claros y no dejar lugar a duda alguna sobre sus objetivos: desterrar o al menos morigerar la violencia. En este sentido es contradictorio que, por un lado el intendente del Municipio Sergio Massa exija sanciones máximas para quienes llamó “delincuentes”, y por otro que algunos de quienes se trenzaron en el tiroteo sean integrantes de la llamada “barra oficial”, que está a cargo del buffet o confitería del club. Es de esperar, de parte del señor Intendente -de hecho, a cargo de la presidencia-, el mantenimiento en el tiempo de su postura, y el interés por el esclarecimiento y deslinde de responsabilidad de quienes cometieron graves delitos. Los barra oficial (la 13) o la no oficial (los de Pacheco), al cabo son igualmente violentos, se esté más o menos cerca de la Comisión Directiva del momento, y el buen dirigente debe procurar la erradicación de cualquier foco de violencia. No sirve -esto ha sido repetido hasta el cansancio- tener la violencia en casa; es decir, otorgar beneficios a algunos violentos a cambio de compromisos de no violencia, porque se trata de acuerdos mercenarios que en la inmensa mayoría de los casos han finalizado de la peor forma. En cambio, la actitud transparente del directivo, denunciando y haciéndose cargo de sus denuncias, es el mejor modo de combatir, desde su lugar, este tipo de violencia doméstica.
4. La Policía y la Justicia deben estar a la altura de las circunstancias, extremo que, lamentablemente, no se percibe. Por el contrario, día a día se los observa más ineficaces, y se han convertido –es penoso afirmarlo pero no menos real– en factores determinantes de la impunidad reinante en esta materia. Deben llevarse a cabo investigaciones rápidas, concretas y sin medias tintas, y sus resultados, en tiempo propio ser expuestas a la ciudadanía.
5. Las autoridades políticas, sin importar el partido al que se tenga afecto o se integre, deben ser contundentes en el apoyo (de hecho y no sólo verbal con proclamas de ocasión), para que acontecimientos de estas características no sigan ocurriendo.
6. En fin, cada cual debe cumplir el rol que ocupa en la sociedad. Directivos de la AFA, de los clubes de fútbol, policías, jueces, fiscales, autoridades políticas, etc. Precisamente, para desempeñar ese rol han sido elegidos. De su cabal cumplimiento depende que mejore el sistema, que hoy se encuentra en franco deterioro.