Por: Ricardo Romano
El próximo 10 de diciembre asumirán sus bancas los legisladores electos el pasado 27 de octubre. Para que junto con la composición del Congreso cambien las cosas en el país, es oportuno hacer público el cuadro de situación económica con el que estos representantes y el conjunto de la sociedad se encontrarán en el 2014.
Proceso inflacionario: Fuerte distorsión de precios relativos. Tipo de cambio, tarifas y tasas de interés negativas para el ahorro.
Caída de reservas: Deterioro de solvencia externa, para atender pagos externos del sector público, más déficit de balanza energética, turística y del complejo automotor.
Pérdida de solvencia fiscal: Compuesta por fuertes subsidios a la energía, transporte, etcétera, que superan el 4,5% del PBI.
Mayor creación primaria “de dinero”: Menor cobertura de la base monetaria con reservas del Banco Central que bajó del 123% en el 2006 al 65% en el 2013.
Estancamiento de la inversión: Menores niveles de actividad y empleo (dónde quedó la creación de un nuevo millón de puestos de trabajo).
Cepo cambiario: Desde su creación las reservas cayeron u$s 14.000 millones. De u$s 47.5000 millones a s$u 33.500 millones.
Dólar: El paralelo creció 116%, pasó de $4,62 a $10 la brecha se amplió casi el 70% desde noviembre del 2011.
Activos monetarios: En poder de privados representan cuatro veces la reservas internacionales del Banco Central.
Subsidios: Presupuesto 2014, $140.000 millones. 4 puntos del PBI.
Reservas brutas: u$s 33.062 millones. Netas: u$s 23.500 millones.
Reserva de divisas: 30% de la potencia del Banco Central.
Frente a este estado de cosas, la principal preocupación ha de ser la del logro de un mayor grado de gobernabilidad, producto de más y mejor complementariedad entre el Poder Ejecutivo y el nuevo Parlamento votado recientemente por el pueblo argentino. Pues la gobernabilidad depende siempre de la armonía entre las decisiones de Gobierno y el grado de consenso social que aquéllas logren alcanzar. Y el ámbito para organizar esa armonía en esta instancia es el Congreso Nacional. Que cumpliendo con el mandato electoral, deberá abandonar perentoriamente su condición de “escribanía” del Ejecutivo.
El Poder Legislativo pasará así a constituirse como un poder restituyente de las instituciones fundamentales del país y como ámbito para diseñar una nueva agenda que reestablezca: la estabilidad, la seguridad (jurídica) y la previsibilidad que faciliten una nueva sociabilidad comunitaria entre los argentinos. Y entre la Argentina y el mundo, que permita restaurar un clima de negocios para la formulación de un plan general de inversiones que contribuya a la reducción del déficit, la capitalización del país y la creación de empleo digno para los millones de argentinos hoy desocupados.
Después de años de descalificaciones por parte de un Gobierno que consideraba un “abuso” el solo hecho de pensar distinto, tendrá también el nuevo parlamento la responsabilidad de hacer respetar la división de poderes para evitar que la facción (el gobierno) en su retirada le deje el campo minado al nuevo conjunto que llegue (2015). Tendrá también esa agenda que hacerse cargo de incorporar las demandas de los sectores más dinámicos y competitivos de la economía del país, pues sin el aporte de ellos será muy difícil homologarnos económicamente con la comunidad mundial y en consecuencia con las instituciones multilaterales de crédito.
Hay que salir del populismo, “no hay de todo para todos” (John Stuart Mill), porque se está dejando a un Estado inerme como prestador de servicios y encima en el nuevo Código Civil el oficialismo quiere exceptuarlo de sus responsabilidades como tal. Y volver a una política “popular” en cuyo marco los intereses de los dirigentes sean concurrentes con los de la gente, los del Estado y los de la Nación.
De lo que se trata, entonces, es de poner un límite a un Gobierno que durante años mediante el solo trámite de desconocer las cifras reales de la inflación subvirtió todos los precios relativos, desde el tipo de cambio a las tasas de interés: resintiendo la producción, la inversión y el ahorro.
Finalmente, hoy vemos muchos candidatos pero la Argentina necesita de un estadista, pues estos diez años de desquicio no dejan espacio ni tiempo para el aprendizaje, o se está previamente preparado para gobernar o se lo devora (al candidato) la entropía de la circunstancia.