Por: Sabina Covo
Recuerdo claramente hace un par de años que se abrió un debate monumental en el sur de la Florida porque un grupo de una Coalición Cristiana estaba cabildeando en Tallahassee para devolver a las escuelas públicas la libertad de orar en ellas. Según su propuesta, cualquier estudiante debería poder levantarse durante una ceremonia o evento, y orarle a cualquiera que fuera su fe. Según la Constitución de Estados Unidos en su primera enmienda, el gobierno no debe hacer leyes que inciten a la religión o prohíban la libertad de expresarla. Hay separación de religión y Estado, con todo y que la mayoría del país es de fe cristiana.
Para la coalición cristiana y los que estaban de acuerdo con la ley impulsada en la Florida, es un beneficio absoluto mostrar la religión en las escuelas. Argumentaban que más expresión religiosa era la que hacía falta para disminuir la violencia escolar y el bullying. Pero para los que estaban en contra (en esa ocasión escuché argumentos de ateos, musulmanes y testigos de Jehová) era incómodo, porque el hecho de que ellos fueran minoría los ponía en desventaja por la falta de información y tolerancia religiosa que para ellos existe. Eso de que algunos piensen que todos los musulmanes son terroristas, por ejemplo. Un concepto errado y totalmente inaceptable pero que lamentablemente se da por falta de educación internacional o cultura general.
La propuesta del grupo de la Coalición Cristiana se hizo ley, bajo un congreso floridano de mayoría republicana. Algunos críticos decían que ahora habría demasiado cristianismo en las escuelas. Otros decían que la libertad religiosa no debe limitar la expresión pública, pero que una escuela es una entidad del Estado, y que en el país hay separación entre Estado y religión.
Hoy la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos se encuentra en una encrucijada similar, pero más compleja. Debe debatir si es aceptable que se ore en eventos públicos del gobierno. Según la cadena NBC, se trata de un pueblo pequeño en el estado de Nueva York, en el que una mujer judía y una atea han demandado al gobierno porque sienten que cuando comienzan las sesiones del ayuntamiento, la oración que se hace es sumamente cristiana y que no invita a otras religiones a estar presentes. El ayuntamiento argumenta que la oración es permisible, bajo un fallo de la Corte Suprema que en el caso de Nebraska determinó que la legislatura podía abrir sus sesiones con un ministro presbiteriano que actuaba como un capellán del Estado.
Hay una línea muy fina. En las campañas políticas, y en el mismo gobierno, vemos a ambos partidos todo el tiempo agradeciéndole a Dios por logros, o pidiendo e invitando a la gente a tener fe. Una vez me escribió una mujer cristiana, durante la campaña a la presidencia del 2012, que decía estar muy decepcionada de su iglesia porque le pedían que votara por el Partido Republicano, y ella no se sentía cómoda con el pedido. Y ni hablar de cuando el expresidente George W. Bush le dijo a una delegación palestina en 2003 que “Dios le dijo que acabara con la tiranía en Irak”. La historia de lo que pasó después ya la sabemos.
¿Qué habrán sentido todas esas madres que perdieron sus hijos en Irak? Las creyentes de pronto creerán que Dios se los quitó por una razón válida, y quizá las madres no creyentes, que George W. Bush estaba loco. La Corte Suprema tiene un trabajo arduo que realizar si quiere evitar que sigan las demandas en referencia a la separación de Estado y religión ya que, desafortunadamente, no existe tal.