Por: Adrián Ravier
En los últimos días ha surgido una extensa literatura en los medios acerca de las dificultades económicas que experimenta la Unión Europea, y el contraste con una recuperación norteamericana. Insisten estos analistas en que la dicotomía encuentra sus causas en las distintas políticas económicas aplicadas. Del lado europeo, “el fundamentalismo fiscal alemán” con sus “ajustes a ultranza” para eliminar el déficit fiscal. Del lado norteamericano, “políticas de demanda” que priorizan la creación de empleo y la recuperación de la actividad económica. Desde luego, estos analistas no hablan en el vacío, sino que se posicionan sobre la macroeconomía dominante, que en situaciones de crisis se apoya sobre la sombra de Keynes y su Teoría General, hoy encabezada por Paul Krugman.
Lo cierto, sin embargo, es que la salud de la economía norteamericana no es mejor que la europea. Si algo reconocemos los críticos de Keynes es que las “políticas de demanda” tienen efectos positivos de corto plazo. Esto permitió a Obama reducir la tasa de desempleo por debajo del 8 % a pocos días de las elecciones, lo cual empujó a los votantes a confiarle un nuevo mandato. Pero difícilmente la economía norteamericana pueda -con este tipo de políticas- devolver a los inversores la confianza que necesitan para emprender y crear empleo genuino. Si bien es cierto que a partir de julio de 2012 hubo un repunte de los mercados bursátiles, éste perdió fuerza, lo que se complementa con retrocesos tanto en la actividad económica -en el último trimestre de 2012 se contrajo a sólo 0,1 %-, como en el empleo -que llegó al 7,9 % en enero de 2013.
La Unión Europea no está mejor. Pero esto no se debe a los “ajustes a ultranza”, sino a la ausencia de una reducción del déficit. Las cuentas públicas siguen mostrando deficiencias, lo cual impide que los mercados recuperen confianza e inviertan en el Viejo Continente. Lejos de reducir el déficit, lo que hace la Unión Europea es financiar el déficit de los 17 países del euro con dinero del banco central, aspecto que fue remarcado por un experto en asistir a gobiernos desde la autoridad monetaria como Alan Greenspan. La consecuencia lógica, entonces, es que la crisis siga su curso, pero ahora propagándose hacia los países centrales, como Francia y Alemania, el primero en recesión y el segundo con una desaceleración de la actividad económica.
El pronóstico para 2013 es realmente crítico para el mundo desarrollado, aunque atractivo para la región latinoamericana. Mientras la Reserva Federal y el Banco Central Europeo inunden los mercados con sus divisas -con tasas de interés entre 0 y 0.25%-, y mientras China haga lo propio por evitar sobrevaluar su moneda, los precios de los commodities seguirán alcanzando nuevos niveles récord, visualizándose en abultados superávit comerciales. Al mismo tiempo, los capitales seguirán acercándose a nuestra región a la espera de tasas de interés más elevadas en Estados Unidos. Esto es una oportunidad única de desarrollo que al momento Brasil, Chile, Perú, Colombia y Uruguay están aprovechando, mientras Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela desperdician.