Por: Adrián Ravier
En un artículo titulado “The subprime Crisis” [La crisis subprime], publicado en The Quarterly Journal of Austrian Economics, explicábamos junto al economista Peter Lewin que la crisis de 2008 no es un hecho aislado, sino que es una crisis más de una serie de tsunamies financieros a los que debemos agregar al menos la crisis S&P de 1987 y la crisis dot-com de 2001, todos provocados a partir de la política monetaria que administra la Reserva Federal, también denominada “Fed”.
Existe relativo consenso entre los economistas expertos en el campo monetario y bancario que la Fed -con Alan Greenspan a la cabeza- mantuvo una política monetaria muy agresiva, con tasas de interés demasiado bajas por demasiado tiempo -entre 2001 y 2004-, lo que alimentó la burbuja inmobiliaria que se pinchó en 2007, y que generó una depresión global dos años más tarde.
Tras 18 años al frente de la Fed, Greenspan dejó la presidencia de la autoridad monetaria norteamericana en 2006 y dejó su lugar a su mano derecha Ben Bernanke, quien ante la recesión y su consecuente incremento en el desempleo decidió aplicar una política de rescate nunca vista en la historia de la institución, incluso contraria a los objetivos que sus estatutos indican.
Una extensa literatura criticó aquellos estímulos monetarios y ciertos conceptos pasaron a ser de uso generalizado como “riesgo moral” o “demasiado grandes para caer”. Bernanke volvió a aplicar una nueva política agresiva, para sostenerla aun por más tiempo que su antecesor -ya lleva más de 4 años-, hasta que el nivel de desempleo estuviera en niveles inferiores al 6 %. La economía logró una tibia y lenta recuperación gracias a los estímulos monetarios y fiscales, pero estuvo y está lejos de estas pretensiones, lo que asegura una continuidad en la política de tasa de interés al 0 % por algún tiempo más.
En ese mismo artículo comentado, junto al Dr. Lewin concluíamos que “la estrategia de salida” pudo ser correcta en lo conceptual, pero cometió dos graves errores: el primero cuantitativo, porque la expansión de la oferta monetaria fue mucho mayor de lo necesario, y segundo, cualitativo porque la Fed expandió la base monetaria comprando deuda privada de alto riesgo, en lugar de comprar deuda del gobierno y se quedó con una cartera de activos cuyo valor y liquidez desconoce y que le será difícil revender en cuanto comience a aumentar la velocidad de circulación del dinero.
Los macroeconomistas estamos expectantes entonces a ver qué es lo que la Fed hará una vez que la economía se recupere, los bancos vuelvan a introducir crédito al mercado, y la tasa de inflación se acelere. Tal como lo hizo a mediados de 2004, sería de esperar que la Fed suba la tasa de interés de corto plazo para evitar una mayor inflación, pero tal política pondría en riesgo la misma recuperación de la economía, lo cual nos deja con interrogantes que van más allá de nuestro entendimiento.
Bernanke, sin embargo, parece que no tendrá que enfrentar estos hechos, dado que su mandato al frente de la Fed se vence el año próximo, y la economía más que acelerar la inflación, parece desacelerarse en estos últimos meses.
Obama duda aún sobre el reemplazo de Bernanke, pero han surgido dos nombres claves: el primero es Larry Summers, quien fuera asesor de la Casa Blanca, pero se enfrenta a una mayoría republicana en el Congreso que no lo desea al frente de la Fed. El segundo candidato es una mujer, Janet Louise Yellen, quien es vicepresidente de la Fed en este momento, y tiene una extensa trayectoria en la autoridad monetaria.
Yellen parece no ser enemiga de los estímulos monetarios y entre sus prioridades no parece estar el control de la inflación. Así lo indica al menos una nota de Mary Anastasia O´Grady en The Wall Street Journal y una nota del experto Kenneth Rogoff. En un debate con Alan Greenspan, Yellen comentó que su prioridad es el pleno empleo y suavizar los ciclos económicos, y si bien comprende los límites de la política monetaria discrecional que la literatura desarrolla, en su experiencia si debe elegir entre acelerar la inflación, o un aumento del desempleo, se inclinará por el primero. Un poco más de lobby para Yellen llegó de parte del Nobel Joseph Stiglitz concluyendo que ante la lenta recuperación de la economía americana, Yellen es lo que la Fed necesita.
En la extensa literatura que Yellen nos deja también se destaca un libro que publicó junto a Alan S. Blinder titulado “La década fabulosa: lecciones macroeconómica de los años 1990”, lo cual me deja aún más preocupado. En la reseña de este libro se puede leer que la causa de la fuerte performance macroeconómica de la década bajo análisis fue en particular una “excelente” política monetaria y fiscal. Quizás ya sea motivo de otro artículo, pero nuestra lectura de aquellos hechos fue la de una burbuja bursátil generada precisamente a partir de esa “mala” política monetaria, la que terminó con la crisis dot-com de 2001.
Bajo estos escasos elementos, quizás es aventurero concluir sobre la política monetaria que la Fed aplicará en los próximos años, pero al momento, todo indica que la liquidez continuará, aun bajo riesgos de inflación. Si este es el caso, habrá un corto plazo interesante para América Latina, con mucha liquidez e inversión en la región, pero más tarde, una vez que la tasa de interés supervisada por la Fed se incremente, sobrevendrán tiempos muy difíciles.