Por: Adrián Ravier
El 25 de mayo pasado se cumplieron doce años desde que Néstor Kirchner asumió la Presidencia de la Nación Argentina, lo que nos permite hacer un primer balance de la gestión kirchnerista en los sucesivos tres gobiernos. Lo que me propongo aquí es ofrecer un análisis desde la perspectiva keynesiana para mostrar que su política económica sólo fue “keynesiana” en sus primeros dos gobiernos para dejar de serlo a partir del tercero.
Como breve referencia biográfica, podemos recordar que John Maynard Keynes alcanzó su fama en el contexto de la gran depresión de los años 1930. Se podrá apuntar que su figura ya era relevante antes de su Teoría General (1936), pero fue esa obra la que le dio una fama inmortal entre los economistas. Keynes apunta en este libro revolucionario que para salir de una depresión el Estado debe asumir un rol activo, impulsando la demanda agregada con políticas monetarias y fiscales expansivas. Pero cabe insistir que el contexto en el que Keynes propone estas ideas no es el de una economía normal de pleno empleo, sino una economía depresiva, donde los consumidores no consumen porque temen quedarse sin empleo, y los inversores no invierten por desconfianza en poder colocar su producción.
Si la economía, por el contrario, se encontrara en pleno empleo, entonces Keynes podría ser guardado en un cajón, como de hecho sugería su biógrafo Robert Skidelsky.
El propio Keynes habría dicho –de hecho lo dijo- que en pleno empleo cualquier inyección exógena de la demanda lleva a la inflación. Éste era el “caso especial” donde regía la economía clásica, en el que el mayor crecimiento del producto sólo puede provenir de una productividad incrementada y una técnica mejorada –cuestiones sobre las que Keynes no tenía nada especial que decir-. (Robert Skidelsky, Keynes, 1996, p. 189).
La profunda crisis argentina de 2001-2002 dejó un nivel de capacidad instalada en torno al 50 %. En ese contexto depresivo, los economistas keynesianos como Paul Krugman han enfatizado lo exitoso del modelo argentino, pues para fines de 2009 la Argentina ya había recuperado su economía, con un nivel de capacidad instalada por encima del 80 % y un nivel de desempleo de sólo un dígito. Sin embargo, desde entonces la Argentina continuó expandiendo la demanda agregada con más gasto público, programas asistencialistas, que ni el propio Keynes habría sugerido aplicar.
Desde la receta keynesiana, a partir de 2010 la economía argentina se encuentra en el “caso especial” donde debería regir la economía clásica, en el que el crecimiento sólo puede provenir de la nueva acumulación de capital y su consecuente aumento de productividad. Continuar impulsando la demanda agregada con programas asistencialistas sólo pueden tener como contrapartida el aumento de la inflación, lo que efectivamente se observa con claridad desde entonces.
Cabe remarcar que la “gran recesión” americana de 2008 tuvo un impacto negativo en la economía argentina en 2009, y que ello requirió continuar estimulando la demanda agregada, lo que efectivamente se hizo con políticas fiscales extremadamente expansivas que le permitieron salir bastante rápido de la recesión de ese año (no reconocida por el Indec), pero claro que a costa de revertir totalmente el superávit primario, que hasta ese momento era uno de los pilares del “modelo”, el que nunca más se recuperó.
En cualquier caso, el caso clásico debió haber comenzado a aplicarse a más tardar a partir de 2010 o en este último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner que comienza en 2011, año en el que el actual Ministro de Economía, Axel Kicillof, se incorpora al gobierno en distintos puestos y empieza a asesorar a la Presidente. En otros términos, más que profundizar el modelo, éste debió cambiar, dada la nueva coyuntura de 2010, tan diferente a la de 2001.
Lo más curioso de esta situación es que el actual Ministro de Economía es reconocido académicamente por su tesis/libro sobre los Fundamentos de la Teoría General, lo que se dice lo convierte en un experto en Keynes. Si este es el caso y la economía se encuentra recuperada, ¿por qué se sigue presionando sobre la demanda agregada con sucesivos planes de gasto? Si la situación es de pleno empleo, como de hecho manifiestan las estadísticas del Indec, ¿por qué se extienden los planes sociales y el asistencialismo? Quizás ya es tarde para que el Ministro de Economía, experto en Keynes, recuerde las lecciones de su maestro, pero sería deseable que lo comentado sea aprehendido por el gobierno que resulte vencedor en las elecciones de octubre.