Por: Alejandra Brandolini
N. de E.: la presente columna fue escrita en colaboración con Patricia López Aufranc, abogada (UBA) y mágister en derecho (Harvard University), socia d e Marval O’Farrell & Mairal, y especialista en temas financieros, societarios y de comercio exterior.
Hoy el éxito de las organizaciones depende de la cultura. Todas las organizaciones tienen una cultura, constituida por el modo de actuar y trabajar de sus integrantes. Los valores consensuados y los códigos no explícitos integran la cultura. Aquellas organizaciones que basan su accionar en una cultura ética y transparente son las que mejor alcanzan sus metas. Una organización transparente es aquella que no tiene nada que ocultar, ni se cierra sobre sí misma, sino que busca la mirada de sus múltiples públicos de interés: empleados, accionistas, clientes, proveedores, para evaluar su gestión y mejorar. Se apoya en valores y metas compartidas. Logra mayor compromiso de sus colaboradores, mejora su productividad y logra una buena reputación, que atrae talento y mejora los negocios. Cuando desatienden los valores o no practican los valores que enuncian, enfrentan crisis que, en general, podrían evitarse con gestiones claras.
Son los líderes quienes pueden crear una cultura de confianza, comenzando por los vínculos interpersonales para llegar a la confianza organizacional. Es la gestión de esos vínculos de confianza con los diversos públicos la que permite aumentar el valor simbólico de la organización, incrementando la reputación corporativa incluso frente a una crisis.
Lo que conviene hacer
Tener un código de ética internalizado por todos los integrantes de la organización, en el que se enuncian sus valores, es una de las principales recomendaciones.
Asimismo, es aconsejable revisar anualmente el mapa de riesgo, elaborar un manual y conformar el respectivo comité de crisis.
Es importante además, trabajar con el equipo de sistemas para cuidar las redes de información y desarrollar una red de facilitadores, es decir, personas con habilidades para comunicar que actúen como agentes del cambio y lo difundan.
Resulta vital tener el mapa de públicos de interés y un listado de referentes institucionales actualizados, para evaluar el universo impactado y actuar estratégicamente.
El cuidado de la reputación de la organización resulta vital, así como comunicar al público interno, en la medida que los colaboradores son los principales voceros de la empresa ante la comunidad.
Lo que no hay que hacer
Del mismo modo, se recomienda no “cajonear” los códigos de ética, ni adoptarlos sólo para cumplir con una “imposición”.
Es importante nunca subestimar el hecho ocurrido, evitar la sobreexposición y no quedarse sin comunicar. Sin embargo, hay que ser muy cuidadosos en no comunicar apresuradamente con errores de contenido, forma o destinatario; o informar sin conocimiento previo de cuál es la situación. El ocultamiento de información y las mentiras con la intención de minimizar el acontecimiento deben descartarse por completo, al igual que mostrarse insensible, arrogante o eludiendo las responsabilidades del caso.
Las crisis por corrupción pueden evitarse, mediante el incentivo de prácticas honestas que forjen culturas sólidas, confiables y sustentables. La comunicación interna es clave en la instalación de buenas prácticas multiplicadas mediante la concientización y el ejemplo. Sólo cuando la ética y la transparencia dejan los anaqueles para ser puestas en práctica, podremos hablar de organizaciones éticas y transparentes. Si a pesar de todas las precauciones, ocurre una crisis, del buen manejo dependerá que la organización salga fortalecida.