Por: Alejandro Soifer
El fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación acerca de la constitucionalidad de la Ley de Medios trajo al ojo público al periodismo como institución en un país que, como la Argentina, suele mantener un interés alto sobre estos temas. Basta de ejemplo revisar algunos títulos clásicos de la literatura argentina para encontrar la relación intrínseca entre periodismo y escritura: podríamos empezar yendo bien atrás y rememorar el fundacional Facundo del ex presidente Domingo F. Sarmiento, escrito en el exilio chileno y publicado en el diario trasandino El progreso. Esto no debería sorprender: en el siglo XIX los periódicos sirvieron como vehículo para la expresión de grandes hombres de letras que alternaban su oficio de escritores, políticos y polemistas con el de periodistas.
El siglo XX supo profundizar en este modelo de escritores periodistas porque muchos de ellos encontraron en el noble oficio de informar una fuente de ingresos que les permitía manejarse con la herramienta que mejor sabían manejar: la lengua. Basta pensar en Osvaldo Soriano o Roberto Arlt para tener un rápido vistazo de grandes escritores periodistas. Sin embargo, llegando al siglo XXI se produjo un nuevo acercamiento a la relación entre escritores y medios de comunicación: los periodistas pasaron a ser protagonistas de novelas, algunas de las cuales lograron el status de best-sellers y otros el de clásicos contemporáneos. Sin dudas la avanzada de este tipo de narrativa la impulsó Jorge Asís con su Diario de la Argentina, que apareció originalmente en 1984 y durante años resultó casi inconseguible. En ella el escritor, periodista y político relata en clave de ficción los años turbulentos de uno de los dos matutinos argentinos más importantes.
En la vereda de enfrente, el escritor de culto Salvador Benesdra publicó únicamente un libro en vida: El traductor, en la década de los 90, donde ficcionalizó la vida interna de la redacción del gran diario progresista porteño surgido al calor del menemismo. La novela fue recientemente reeditada por la editorial Eterna Cadencia luego de permanecer agotada durante casi una década. Publicada en 2003, la novela Filo del premiado escritor Sergio Olguín tiene algunos pasajes donde describe cómo el protagonista masculino escribe notas bajo seudónimo para una famosa revista femenina. En la novela de 2012 de Olguín, La fragilidad de los cuerpos, la protagonista trabaja en una versión ficcional de la revista El guardián que cerró hace pocos meses.
También en la novela Betibú de la escritora Claudia Piñeiro (cuya adaptación llegará a cines el año entrante) la protagonista resulta ser una periodista y el mundo de las redacciones tiene un extenso recorrido. Con el éxito de productos como la serie televisiva de HBO The Newsroom, el fenómeno parece exceder el gusto local y convertir en global el interés por el detrás de escena de la labor diaria de quienes nos mantienen informados.