Como resultante de las elecciones primarias, se desató un debate acerca de la continuidad o del agotamiento del ciclo político iniciado en 2003 con la asunción de Néstor Kirchner. Por un lado, están los que destacan que los 26,31 puntos obtenidos en la elección de diputados y los 27,45 en senadores nacionales, ratifican que el gobierno nacional sigue siendo la primera fuerza política en la Argentina. El deterioro porcentual de los votos es explicado, en parte, por la tendencia propia de las elecciones legislativas en las que se diluyen las decisiones de los electores. El magro resultado del PRO en Capital o la inmensa diferencia de Carrió entre las elecciones de 2011 y las actuales son casos del fenómeno de volatilidad electoral.
Asimismo, sus impulsores destacan la vitalidad del espacio con la buena performance electoral del Frente Para la Victoria (FpV) en provincias como Entre Ríos, Río Negro, Chaco o Tucumán. Si se suman otros distritos aliados como Santiago del Estero, el caudal electoral se acerca a los 30 puntos dejando muy atrás al resto de las fuerzas políticas. Los dirigentes y periodistas que auguran el fin de la etapa, lo hacen mencionando que disminuyó el caudal electoral del FpV en relación a 2011 o 2009. Asimismo, se refieren a que el kichnerismo perdió en distritos importantes como son Capital Federal, Buenos Aires, Mendoza, Santa Fe o Córdoba. Es bueno destacar que estas victorias electorales representan a cinco fuerzas diferentes y que no se vislumbra la posibilidad de reunirlos en un mismo frente opositor en 2015.
Más allá de una u otra postura, como resultado electoral y de no mediar divisiones del bloque, el FpV mantiene la misma cantidad de miembros en la legislatura. En este marco, es de esperar que el kichnerismo siga impulsando una agenda de reformas políticas y sociales del país en los próximos años. No se puede esperar menos de un gobierno que lo viene haciendo en coyunturas electorales y económicas adversas, como fueron el 2003 y el 2009. La Asignación Universal por Hijo o la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se aprobaron luego de la derrota de 2009.
El gobierno tiene poder legislativo, experiencia de gestión, capacidad de movilización y es la primera mayoría electoral nacional y eso lo va a ejercer. Lo que sí es innegable es que los resultados de la elección obligan a Cristina a negociar la alternancia política del 2015, en una situación de relativa debilidad en relación al 2011. A favor y si sigue esta coyuntura, el oficialismo tendrá el crecimiento de la economía que viene mostrando una recuperación luego de la crisis de 2009.
Como resultado de la elección, al FpV le que quedan abiertas varias preguntas. Por un lado, es importante reflexionar sobre cuál fue el funcionamiento de la herramienta política de cara a las dimensiones del adversario que se enfrentó. El gobierno desafió al poder económico (reguló bancos, estatizó AFJP, debatió con el “campo”, etcétera.-), interpeló al poder cultural (Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual o Clarín) y discutió al poder político e institucional (promovió la democratización de la justicia, enfrentó a algunos dirigentes partidarios del justicialismo y a sectores sindicales). En este contexto, el FpV deberá sacar conclusiones de su relación con el conjunto del aparato político y de los logros y las limitaciones de la estrategia propia en Unidos y Organizados. Por otro lado y a sólo dos años de las elecciones de presidente, de gobernadores e intendentes, no se perfiló un candidato propio. El desconocimiento de la figura de Martín Insaurralde pone sobre el tapete si sigue siendo posible aplicar la estrategia de imponer desde arriba y a último momento, las candidaturas del FpV.
Para el conjunto de los argentinos, pareciere que la oposición ofrece una vuelta al pasado y una reconfiguración de un estilo de “ordenar los lugares de poder” de cada actor en la política argentina. Desde 2003, los representantes del poder político fueron ganando espacio sobre el poder económico y sobre el poder cultural. Incluso, en 2009 se acentuó el enfrentamiento dentro del mismo gobierno y las poleas de transmisión de la oligarquía terrateniente y de Clarín, fueron desplazados del seno del FpV. Contrariando esta tendencia que además de Argentina, es Latinoamericana, Sergio Massa armó una lista con representantes del empresariado concentrado, de los medios de comunicación oligopólicos y de representantes cercanos al sector agropecuario.
El kichnerismo dialogó, acompañó o enfrentó a esos actores, pero siempre desde el lugar de conducción política soberana, emanada del mandato popular. Parece que la ecuación se invierte y que las corporaciones van a ocupar, como en los años noventa, lugares centrales en la conducción de los destinos de la Argentina.