En veloz sucesión, Mauricio Macri se reunió con buena parte de los más importantes líderes occidentales en estas últimas semanas. A la reciente visita de Barack Obama, la antecedieron las del presidente François Hollande y el Premier Matteo Renzi de Italia, con quien luego volvió a reunirse en Roma en ocasión de la visita al papa Francisco. Para no perder el ritmo, en los próximos jueves y viernes, Macri estará reuniéndose con los líderes de las tres potencias de Asia del este: China, Corea y Japón en ocasión de la Cumbre de Seguridad Nuclear en Washington. Pasaremos revista a lo que dejaron en concreto las reuniones pasadas y qué se puede esperar de las de esta semana.
No hace falta describir los lazos que unen a la Argentina con Italia. Ningún país del mundo posee una herencia migratoria italiana tan pronunciada como la Argentina. Sin embargo, la visita del Premier italiano Matteo Renzi a nuestro país fue la primera en 18 años. Uno de los factores que explican la ausencia de visitas de los primeros ministros italianos ha sido el default argentino sobre su deuda. En Italia esto ha sido particularmente sensible, ya que afectó a jubilados italianos, que gastaron parte de sus pensiones en bonos argentinos.
Larga también fue la espera con Francia: diecinueve años han pasado desde la última vez que un presidente francés visitó la Argentina. Nuestro país cobija 250 empresas francesas que emplean a 50 mil argentinos. En esta visita se pudo avanzar en distintos puntos de la agenda bilateral. Estos incluyeron cooperación en defensa y seguridad, ciencia y tecnología, agricultura, turismo y desarrollo. La declaración conjunta es sustancial, ya que describe una intensa cooperación bilateral en distintos ámbitos. La búsqueda de la abolición de la pena de muerte, el apoyo a los derechos de la mujer y del colectivo LGBTI en el ámbito de la ONU y la creación de un consejo empresarial de alto nivel, formado principalmente por la Unión industrial Argentina y Medef-International. Francia también apoyará todas las iniciativas de negociación sobre el tema Malvinas.
Se agregó a esta nutrida e intensa agenda internacional de la administración Macri la visita, el pasado día 9 de marzo, de Francisca Mogherini, la responsable de la diplomacia de la Unión Europea. El objetivo principal de dicha visita fue revitalizar las negociaciones del tratado de libre comercio Unión Europea-Mercosur, que llevan más de diez años estancadas.
Tanto las visitas de Renzi como la de Hollande y Mogherini hay que entenderlas también en el contexto de la crisis política que vive España. España ha sido el tradicional interlocutor de la América hispánica a la hora de tratar con la Unión Europea. Pero la crisis política que vive ese país fuerza a la Argentina a encontrar otros canales de acercamiento al bloque europeo y también genera cierta competencia entre los países europeos para ver quién llega primero a la Argentina. Asimismo, la crisis económica y financiera no ha dejado de hacer sentir sus efectos en Europa, por lo que la búsqueda de oportunidades internacionales es una prioridad. Europa está buscando ampliar sus relaciones comerciales y de inversión para así salir de la larga crisis en la que se ve sumida.
La visita de Obama sin duda marcará un antes y un después en las relaciones bilaterales y más aún en la percepción de la sociedad argentina sobre los Estados Unidos. Más allá de que se trate de un presidente saliente —típica situación en la que los presidentes norteamericanos buscan el bronce de los éxitos diplomáticos— y de la incertidumbre que genera la actual campaña presidencial norteamericana, la visita de Obama tiene un enorme poder simbólico en el relanzamiento de las relaciones entre ambas naciones. Si tenemos en cuenta que la última visita de Estado a la Argentina data de octubre de 1997, cuando Bill Clinton se reunió con Carlos Menem, tenemos la impresión de que más que años han pasado eras geológicas en la política internacional. Además de las dificultades comerciales, dos hechos han dañado fuertemente la relación: las críticas de Néstor Kirchner in your face a George W. Bush en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata y el episodio del ex canciller Héctor Timerman y el avión militar norteamericano.
Un Obama exultante, con justa razón después de su inmenso éxito diplomático en Cuba, cautivó a la sociedad argentina. Tanto en sus actividades más protocolares como en otras más abiertas Obama hizo gala de su gran oratoria y capacidad de generar empatía —fue particularmente reseñable la forma en que respondió en profundidad a las preguntas que jóvenes argentinos le plantearon en la Usina del Arte. El público argentino interactuó con un presidente norteamericano al que terminó haciendo propio.
Concretamente, la visita se concentró en cuestiones económicas, de cambio climático, cooperación multilateral y seguridad. Empresas norteamericanas anunciaron inversiones de varios miles de millones de dólares, seis delegaciones comerciales se focalizarán en el comercio bilateral y se inaugurará un diálogo comercial entre las dos naciones. Se firmó un acuerdo marco de comercio e inversiones y se profundiza la cooperación en pymes; además, se trabaja en facilitar el comercio. Ambas naciones buscarán sumarse al Acuerdo de París lo antes posible, entre muchas otras iniciativas de cuidado del medioambiente. Se lanzará un diálogo de alto nivel entre la canciller Susana Malcorra y el secretario de Estado John Kerry, y la Argentina se comprometió a participar en las misiones de paz en África y a aceptar un número significativo de refugiados sirios. Estados Unidos desclasificará documentos de la época de la dictadura —en 2002 hizo públicos documentos del Departamento de Estado— y esta vez incluirá los de inteligencia y de seguridad. Distintos planes de cooperación y entrenamiento de fuerzas de seguridad y defensa tendrán lugar y se retomará el grupo de trabajo entre las Fuerzas Armadas, abandonado en 2009.
El siglo XXI gravita sobre el Pacífico, por lo que las reuniones que Mauricio Macri tendrá con el presidente chino Xi Jinping, la presidenta coreana Geun-hye Park y el primer ministro japonés Shinzo Abe son también cruciales para la Argentina. Preliminarmente, la agenda comercial dominará la charla de Macri con sus contrapartes coreana y japonesa. Tanto Corea como Japón están profundizando sus inversiones en el norte argentino en litio, vital para la industria tecnológica. El caso de China asoma como la reunión con más aristas, ya que el Gobierno de Macri está decidido a revisar aspectos de los contratos que Cristina Fernández firmó con China. Estos acuerdos fueron firmados en un ambiente de relativa opacidad y en los últimos días tomó conocimiento público que en China habría operado una Embajada paralela similar a la que operó en Venezuela. Por otra parte, China es el segundo comprador de productos argentinos y Macri está decidido a que esta relación profundizada en los últimos años se mantenga, pero de forma que pueda servir más acabadamente a los intereses argentinos. Además, una Argentina más asertiva en la defensa de su territorio marítimo, manifestada por el hundimiento de un pesquero ilegal chino, así como en la aceptación de ampliación de la plataforma continental por parte de las Naciones Unidas también modifican la relación bilateral. Por supuesto, la vuelta de la Argentina a los mercados internacionales y la reactivación de la relación con los Estados Unidos y la Unión Europea brindan más opciones a la Argentina y pone a la relación con China bajo una nueva óptica.
Estas cumbres presidenciales se inscriben en un contexto regional que también proyecta a nuestra nación al mundo. Así como la Unión Europea presenta dificultades en encontrar un interlocutor con América Latina, la situación se replica en Sudamérica, donde la profunda crisis del Gobierno de Dilma Rousseff deja un vacío de liderazgo en la región. En este contexto, una Argentina abierta al mundo y a los mercados puede no sólo relanzar muchas de las relaciones bilaterales que por desidia o impericia se fueron debilitando, sino también profundizarlas y transformarlas. Tanto la situación regional como el retraimiento económico y diplomático que la Argentina sufrió los últimos años hacen que el cambio de orientación del Gobierno actual haya transformado dicha debilidad en una oportunidad.