Por: Carlos Maslatón
La economía no necesita que haya, ni funciona, porque existan reservas de oro y divisas en el Banco Central. Lo mejor que puede pasarle a las actuales reservas es que caigan a cero y lo más rápido posible, que se las consuman todas de una vez y mucho mejor si las imputan a pagar deuda pública en dólares o sentencias judiciales adversas al país, así nos alivian parte de las obligaciones futuras que tendremos que soportar.
El comercio exterior no debe ser materia dirigida por entes gubernamentales. Que se extingan pronto del todo los dólares en poder del Estado, así los importadores le compran las divisas directamente a los exportadores y se arreglan entre ellos en el precio, y el Estado se retira de esta actividad pues es nefasto que intervenga y que lo regule todo. Si precisan dólares para cancelar bonos, que compren con pesos en el mercado lo que necesiten, acorde a las previsiones de la Ley de Presupuesto. Tampoco se necesitan reservas para controlar los cambios contra otras monedas. Si el gobierno quiere imprimir papel, que lo haga, pero que el valor de compra de éste dependa de que se gane la confianza del que lo demanda, si no mala suerte y que soporte hiperinflación hasta que desaparezca su dinero del todo por la fuerza de la realidad y el repudio del tenedor. Al fin de cuentas, el dólar, el euro, el yen, la libra, el franco suizo, el dólar australiano o las monedas nórdicas circulan y son apreciadas como medios de pago porque se ganaron el aprecio del público propio y mundial, no porque exista ninguna relación técnica entre sus “bases monetarias” y supuestas “reservas” en sus bancos centrales.
El peso argentino es moneda de papel, “vale” porque el Estado así lo dice unilateralmente en sus leyes, porque establece que si yo soy deudor al fisco o a terceros nacionales me libero entregando compulsivamente el papel que arbitrariamente imprime. ¿Qué es entonces esta manía ahora de contar las reservas como si estuviésemos en un sistema de caja de conversión de la era del capitalismo manchesteriano? Exijo coherencia ideológica a los artífices de la moneda fiduciaria ortodoxa vigente en Argentina.
Entre 1991 y 2001 las reservas, al ser la garantía de la base monetaria, pertenecían al pueblo y no al gobierno aunque estuviesen depositadas en el BCRA o a su orden en el exterior. No se usaban para que el Estado interviniera en el mercado ni eran la fuente de manejo estatizado del comercio exterior. Las reservas nos fueron robadas a todos en enero de 2002. La gente se olvida rápido cómo cambia el sistema económico y legal financiero. Lo que ahora vemos es el colapso de la política comenzada luego del golpe de Estado del 20 de diciembre de 2001 y yo celebro que estemos transitando este proceso tan positivo y que le toque manejarlo a la actual transición neokirchnerista o postkirchnerista bajo el comando de Capitanich y Kicillof, a los que sinceramente les deseo la mayor de las suertes.