Por: Carlos Maslatón
El gobernador de Corrientes Ricardo Colombi declaró que las cuentas provinciales no le darán en 2014 para aumentar sueldos públicos, así se trate de mejorar los ingresos de las fuerzas policiales. Amagó entonces con emitir “bonos” al estilo 2001-2002 como el Cecacor correntino, el Patacón bonaerense o el Lecop nacional. El jefe de Gabinete Jorge Capitanich descalificó de inmediato la tentativa de Colombi tildándola de “exabrupto”. Por su parte, el flamante presidente del Banco Central de la República Argentina Juan Carlos Fábrega anunció que tratará de disminuir la emisión monetaria en 2014, aclarando que se expandió 25% en 2013 pese a que numerosas estimaciones no oficiales la recalculan en un 40% real y final.
Todo este juego de discusiones monetarias no es sino la superficie del problema central que las genera: cómo van a hacer en 2014 los estados provinciales, los municipios y el gobierno federal para sufragar con recursos genuinos los gastos ya presupuestados y los que seguramente, por efecto de la inflación y de la demagogia en el despilfarro político, serán necesarios aumentar adicionalmente en ese ejercicio fiscal. Colombi ha sido muy sincero, restantes gobernadores e intendentes no han hablado pero no dudo que cientos de ellos en el país se identifican con sus palabras porque ya están fiscalmente desesperados. ¿Impuestos nuevos para cubrir déficits? Negativo, ya no hay más espacio para aumentos ni para nuevos tributos pues estamos en niveles confiscatorios y paralizantes de la economía. ¿Endeudamiento público con emisión de bonos nacionales o provinciales? No hay tampoco posibilidad técnica para hacerlo, el mercado lo rechazará o pedirá tasas de interés imposibles frente a un Estado que no sólo no arregló todas sus deudas pendientes de 2001, sino que además manifestaría que quisiera recibir crédito para cubrir su déficit operativo, o sea mejor que ni se intente por este lado porque es fracaso asegurado.¿Emisión monetaria de pesos argentinos de papel ordenados por el BCRA a pedido de la Tesorería de la Nación, aun sobrepasando los límites legales dado que todo se arregla contablemente sin que pase nada grave? Sí, esta vía de “financiamiento” está libre y es la más fácil aunque contradigan las intenciones de Fábrega que, de todas maneras y como vienen hoy los números del Estado, no podrá cumplir. Parecen casi todos olvidarse que en la actualidad, debido a que el BCRA no es más una entidad independiente con criterio monetario propio, no es cuestión de que quiera o no financiar al gobierno emitiendo dinero, deberá hacerlo sí o sí, si así lo requiere la Tesorería.
¿Problemas de inflación por emitir? No para el gobierno. El ministro Kicillof y la ideología kirchnerista dicen que ésta no es consecuencia de la relación entre la cantidad de moneda en circulación y los bienes y servicios en oferta, ni hacen siquiera alusión a la demanda de dinero del público como contenedor de presiones inflacionarias. Al contrario, creen en los “acuerdos” de precios como método de dirección económica o en su “fijación” lisa y llana por parte del Estado. Ante estos pensamientos, lo mejor sería que liberasen entonces sus energías emisionistas de papel moneda del Estado y que no dramaticen sobre la base de causas que para ellos no existen. Sin embargo, si aún así y utilizando su propia doctrina antimonetarista, anti-“neoliberal” y anti-“consenso de Washington” o década del 90, les surgieran repentinamente deseos de restringir la emisión y no pudiesen por lo tanto socorrer a las provincias deficitarias, mi sugerencia es que no se opongan, a lo Capitanich, a que cada una de ellas que así lo requiera imprima su propia moneda de papel. Digo moneda, circulante, billetes, que se llamen bonaerenses, correntinos, cordobeses, jujeños o mendocinos, en nuevas denominaciones, pero que de ningún modo tengan la categoría de bonos o títulos de deuda de provincia que luego se tengan que canjear, con o sin intereses, por billetes nacionales. No hay que repetir los errores de 2001 donde, de última, las mal llamadas “cuasimonedas” tenían o bien una expiración de validez en el tiempo o bien de manera latente pendía sobre ellas una fecha de rescate por parte del mismo Estado provincial o por parte de la Nación como finalmente sucedió. Esta vuelta hay que armarlo distinto, veamos.
En esta nueva era de desequilibrio fiscal irresponsable, donde ha sido derogado el Pacto Federal que dió origen a la República en 1853-1860 porque las provincias no son más provincias sino dependencias administrativas del poder central, lo más práctico sería que la corporación política total del país comprendiera que no tiene por qué existir un sólo signo monetario de curso legal. Perfectamente pueden convivir monedas provinciales de aceptación voluntaria y circulación libre, con la actual moneda nacional. Que cada provincia se juegue, que decida si quiere moneda propia o no. La de Buenos Aires podría hacerlo sin aviso siquiera porque se reservó derechos emisionistas al incorporarse a la Confederación Argentina. Que decida cuánto emitir, que se encargue libremente de administrar su política monetaria y que aprenda a lograr que su papel sea aceptado, si quiere, o que acepte las consecuencias de no generar confianza si no sabe cómo hacerlo o si no le interesa. Que cada una decida si aplicará tipo de cambio flotante o fijo, frente al peso argentino y las restantes monedas provinciales, y si dejará a su vez cotizar a su moneda contra divisas extranjeras. Una provincia que bien administre su sistema, puede lograr tener una moneda dura que sirva para adquirir dólares, euros o reales y que sea demandada así por habitantes de otras provincias para protección de sus ahorros o como medio de pago. Se recuerda que toda la primer partida de emisión que sea aceptada no tendrá costo alguno, será verdadero financiamiento gratuito para la provincia en estos tiempos de dificultad y se evitará con ello la mayor inflación en pesos de la moneda federal. Desde luego, todo ello implicará que el BCRA deje de controlar por completo la moneda y los cambios del país, luego dejará de asumir la superintendencia bancaria total del sistema, las provincias podrán reconstruirse en base a criterios propios de responsabilidad fiscal, y el Estado federal terminará reducido en sus poderes ante el estrepitoso fracaso de estos años. La provincias podrán competir entre sí amparadas en sus propias monedas, y tendrán que ser ordenadas si quieren sobrevivir. Ocurre que, si no se corta de inmediato el actual modelo, vamos indefectiblemente a finales de aceleración de catástrofes clásicas como las de 1975 e inclusive del año 1989. El plan de creación de monedas provinciales es de implementación inmediata, no se necesita demasiado trámite y se sugiere evitar exagerar con purismos legales administrativos incompatibles con la gravedad del momento económico actual.