Por: Carolina Stanley
Celos. Humillación. Control. Cuando su pareja hizo un comentario sobre la ropa que usaría para ir a la fiesta, Verónica se enojó y lloró. Pero después se amigó con él. No imaginaba que esa escena se repetiría una y otra vez. Tampoco cuando él desvalorizaba su opinión o simplemente le preguntaba todo el tiempo dónde estaba. Ella sentía amor y protección. No sabía lo que era un noviazgo violento.
Aislamiento. Empujones. Marta, vivió un noviazgo muy intenso. Eran ella y él, solos. Porque tal era la pasión y la necesidad de estar juntos era tan fuerte, que prácticamente no veían amigos o familiares. Él la acompañaba a todos lados y ella debía estar siempre para él. Dispuesta a acompañar, sonreír y callar. Se casó, tuvo hijos y toleró años y años de maltrato. La fueron censurando, lenta y paulatinamente. Después llegaron los empujones. Los gritos. Situaciones intolerantes de humillación. Pero ni una marca visible. Nada para mostrar. Nada para contar. Una familia para sostener.
Amenazas. Golpes. Noemí tiene 85 años. Lleva 55 años de casada y tiene dos hijos. Trabajó toda su vida. Amanecía muy temprano porque entraba a las seis de la mañana. Cuando volvía a casa, al mediodía, debía servir la comida y sentarse. Y esperar en silencio durante horas, mientras su marido almorzaba y terminaba su botella de bebida. Ella no comía. Sólo cuando él salía o dormía, ella revisaba la basura. Vivió durante 55 años con el cuerpo cansado de tantos golpes y el espíritu destrozado de tantas prohibiciones.
Tiros. Él, al principio solamente arruinaba los cumpleaños y navidades con gritos y mal humor, tiempo después le tiró un vaso de gaseosa y otro día la hizo dormir en el piso. Hasta que la encerró, tiró cuchillazos y un día la baleó. Disparó seis veces. Adriana pasó 17 días de terapia intensiva. Y sobrevivió.
Verónica, Marta, Noemí y Adriana. Todas víctimas de violencia. Todas historias de vida difíciles. Mujeres ahogadas en dolor.
Hoy, ellas pueden contar su historia. Sólo hay que tener ganas y valentía para escucharlas. Porque remover el pasado no es fácil, pero sienten orgullo y saben que ayudan a otras mujeres al contar cómo lograron salir del círculo de la violencia.
Ellas pudieron decir basta. Ahora nos toca a todos como sociedad. Todos tenemos que tomar conciencia de esta escalada brutal de violencia que estamos viviendo. Nos están matando.
Seis de cada 10 mujeres de la Ciudad son víctimas de violencia psicológica. Dos de cada 10, víctima de violencia física. Miles de mujeres son sometidas a algún tipo de violencia en la Argentina. La violencia de género es la primera causa de muerte e invalidez de las mujeres en el mundo. Más que el cáncer. Más que los accidentes de tránsito.
Demasiados datos. Demasiadas historias. Demasiado dolor.
Basta. Por favor, basta. Ni una menos.