Por: Ceferino Reato
La Presidente cambió su versión sobre la muerte de Alberto Nisman de suicidio a asesinato, pero la esencia es la misma: hay una operación en su contra, una vasta conspiración en la cual el fiscal fue utilizado, primero vivo (cuando hizo la denuncia contra el Gobierno por el presunto encubrimiento de la pista iraní) y ahora muerto.
Los autores del complot son locales, pero con apoyo, y tal vez inspiración, internacional. Los medios de comunicación que no son K, sectores de la Justicia y de los espías, la oposición, por un lado; los Estados que buscan incriminar a Irán, un aliado de la Argentina, por el otro, con Estados Unidos e Israel a la cabeza.
En el fondo, el fiscal no le importa demasiado; seguramente, piensa que tuvo su merecido en tanto herramienta de los enemigos que le han armado esa operación en su contra. Por eso, ninguna condolencia a su familia.
Así ve la política la Presidente: no hay nada más que conspiraciones en el mundo, que está dividido en Estados buenos y Estados malos. Una lucha continua que viene desde el fondo de nuestra historia y que encontró uno de sus capítulos fundamentales en los 70.
Lo que en su marido era pragmatismo, en Cristina es dogmatismo. Néstor Kirchner había abrazado la lucha por los derechos humanos tardíamente, en 2003, cuando se dio cuenta de que era una manera de ganar poder; Cristina Kirchner, en cambio, cree que realmente en los 70 hubo una lucha entre buenos y malos, entre amigos y enemigos, entre ángeles y demonios. Y que la historia es siempre la misma, apenas cambian las fechas y los nombres propios.
Una mentalidad conspirativa ve pruebas de sus hipótesis por todos lados. En su ultimo escrito en Facebook, la Presidente cita como fuente a periodistas y medios amigos y “militantes” para respaldar sus elucubraciones.
Todo eso combinado con una dosis superlativa de arrogancia. La Presidente se considera el centro del mundo, todo pasa por ella y por sus vivencias. Siempre debe haber sido así, pero el poder ha aumentado su alienación (en el sentido marxista de la palabra); ella vive y produce su propia realidad.
El problema para Cristina es que, en este caso, alimentar hipótesis conspirativas la perjudica dado que la mayoría de la gente tiene versiones más atractivas, mas creíbles, sobre la muerte de Nisman. Según las encuestas, esas hipótesis vinculan el final del fiscal al poder político de turno. Es decir, al cristinismo y sus diversos ámbitos.