Otra cadena nacional, pero en Comodoro Py

Ceferino Reato

Parecía igual a tantas cadenas nacionales, pero era distinta. La oradora era la misma y la platea también, pero el escenario había cambiado: los tribunales de la avenida Comodoro Py, en el barrio de Retiro.

El acto de Cristina Kirchner resultó, también, una muestra irrefutable de que ya no tiene el enorme poder político de otros tiempos, al punto de que su regreso a Buenos Aires se debió a la citación del juez federal Claudio Bonadio para indagarla por el presunto delito de defraudación al Estado con abuso de autoridad.

De presidenta todopoderosa a indagada en una de las causas de corrupción en la que se la menciona. Ese giro ocurrió en apenas cuatro meses. Vivimos un tiempo muy interesante, uno de esos raros momentos en que ninguna fuerza tiene demasiado poder como para orientar o conducir este vendaval de investigaciones judiciales sobre la corrupción durante el ciclo kirchnerista.

Puede pasar de todo, incluso nada. Dependerá de cómo evolucione una situación en pleno desarrollo.

Por un lado, Mauricio Macri es un líder en construcción, con un gobierno desequilibrado, que, por ejemplo, luce demasiado preocupado por la comunicación y el marketing pero que luego falla en cuestiones decisivas, como explicar en forma convincente el involucramiento del presidente en una empresa off shore cerrada hace ya varios años.

Cristina Kirchner, por su lado, lidera una fuerza que se está desgranando; tiene una fuerte presencia popular, pero pierde gravitación en el peronismo, tanto en los territorios (gobernaciones e intendencias) como en el Congreso Nacional y las legislaturas provinciales.

Luego de más de doce años en el gobierno, el peronismo atraviesa una fase de transición, en busca de un nuevo liderazgo. El cristinismo está en retirada, pero, si bien los pretendientes se recortan con claridad (Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey), faltan todavía muchos meses para que se sepa quién es el nuevo jefe.

Durante el ciclo kirchnerista, salvo excepciones, jueces y fiscales se movieron según el ritmo de Néstor Kirchner primero y de Cristina Kirchner después. El control de la mayoría de los jueces y fiscales, en especial en el fuero federal, no tuvo fisuras.

Al principio, el gobierno de Macri repitió la fórmula porteña y utilizó a Daniel Angelici como operador ante la justicia. Pero, las denuncias de una de las fundadoras de Cambiemos, la diputada Lilita Carrió, dinamitaron ese rol; lo sacó de las sombras, lo exhibió al sol, y eso es fatal para un operador.

Ahora, la impresión es que Macri parece haber optado por dejar que los jueces y fiscales hagan lo que tengan que hacer, sin tutelas ni controles.

Quienes pujan para que se termine con la costumbre nacional de que los corruptos nunca resultan castigados celebran esta situación; calculan que la mayoría de los jueces y fiscales aprovecharán esta oportunidad para purificarse y cumplir con su función, hasta por una cuestión de supervivencia en la carrera judicial.

En este sentido, el principal impulso viene de la base electoral de Macri, que, en este momento, parece decidida a aguantar el peso del ajuste a cambio de que haya varios presos por corrupción.

Habrá que ver si esto es suficiente para cerrar o al menos moderar aquel otro ciclo: el de la corrupción política.

 

El autor es editor ejecutivo de la revista Fortuna; su último libro es la edición ampliada de “Disposición Final”