Por: Christian Castillo
La designación de Jorge Bergoglio como nuevo Papa se encuadra en una política de lavado de cara para una Iglesia Católica que venía en desprestigio creciente después de dos papados ultra conservadores, producto de los escándalos financieros, políticos y morales (multitud de denuncias por abusos a menores por parte de curas y obispos) que la vienen atravesando y de su anacronismo creciente respecto de los derechos conquistados por las mujeres y el movimiento LGTTB. Está también presente el cálculo de un Papa latinoamericano para tratar de frenar la pérdida de fieles en la región y con un perfil de “amigo de los pobres” que mejor le permita un papel de contención al descontento de las masas en momentos de una crisis capitalista internacional que ya lleva seis años.
La Iglesia católica es tan profundamente patriarcal y misógina como homo y lesbofóbica. Mientras sostiene un modelo familiar donde la mujer es una mera máquina de procrear, las mujeres católicas y no católicas aspiran a la igualdad de género. En nuestro país, donde el catolicismo es la religión ampliamente mayoritaria, quienes tienen relaciones prematrimoniales, utilizan métodos anticonceptivos para gozar libremente de su sexualidad y también quienes abortan (a pesar de la negación de este último derecho) son en su mayoría católicas, mostrando el creciente divorcio entre lo prescripto por la jerarquía eclesiástica y la práctica vital real.
El nuevo Papa fue saludado calurosamente por la mayoría de los referentes políticos locales, ya sean derechistas como Macri o centroizquierdistas como Binner y Pino Solanas, pasando por Elisa Carrió y los referentes del radicalismo. En el oficialismo, si bien una minoría recordó la complicidad de Bergoglio con la dictadura, la mayoría se congratuló de tener “un papa argentino y peronista”, poniendo en un segundo plano que la militancia peronista de Bergoglio fue en la derechista Guardia de Hierro. La presidenta, por su parte, fue la primera en ser recibida en audiencia privada por el monarca vaticano, anticipando una posible “reconciliación”. No hay que olvidar que pese a sus enfrentamientos de estos años con el ahora Francisco I, Cristina Fernández ha coincidido con él en su rechazo a establecer el derecho al aborto, legal y gratuito.
Todos los que hoy rinden pleitesía al nuevo Papa son parte de la maniobra para “limpiar” su imagen y presentarlo como “progresista” y “austero”, “amigo de los pobres”, olvidando su cruzada medieval contra el matrimonio igualitario y su complicidad con la dictadura. La “desmentida” del Vaticano respecto de estas acusaciones, realizadas con claro lenguaje macartista, no resiste el mínimo análisis. No solo por la existencia de los documentos que prueban la complicidad de Bergoglio en las acusaciones contra los curas Jalics y Yorio sino por lo hecho en los años posteriores a la dictadura, donde mientras estuvo al frente dela Iglesia argentina todo siguió como si nada, no dando un solo dato que permitiera incriminar a los genocidas ni abriendo los archivos dela Iglesia sobre el período dictatorial. Peor aún, a pesar de la condena a cadena perpetua a Christian Von Wernich por su rol en el genocidio,la Iglesia encabezada por el actual Papa no lo apartó de sus filas, ni tampoco lo hizo con el abusador cura Grassi.
Los defensores de Bergoglio no pueden esgrimir una sola denuncia pública que este haya hecho contra el terror dictatorial ni tampoco aportes posteriores para condenar a los genocidas. Además, su mentado “compromiso con los pobres” es puramente retórico: bajo su liderazgo ninguna de las propiedades dela Iglesia argentina, que es uno de los principales terratenientes urbanos, fue entregada a quienes no tienen acceso a un techo digno, por solo dar un ejemplo, ni se suprimió el sostén estatal a los ingresos de los funcionarios eclesiásticos, con obispos que ganan como mínimo 30 mil pesos mensuales.
Nada que festejar tienen los trabajadores y el pueblo con la designación de Bergoglio como nuevo Papa. Por el contrario, hay que desenmascarar la maniobra “gatopardista” en marcha y multiplicar los esfuerzos para terminar con los privilegios de la iglesia y acabar con las muertes por abortos clandestinos conquistando el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.