Por: Christian Castillo
El gobierno de Cristina sufrió una derrota sin atenuantes en las primarias de este 11 de agosto. Su caída respecto del 54% que obtuvo en octubre de 2011 superó todos los pronósticos: el Frente Para la Victoria consiguió apenas un 26% a nivel nacional que se amplía a un 29% incluyendo a algunos aliados.
Más allá del patético discurso de CFK sobre las victorias del FPV en la Antártida y en la Comunidad Qom (explicada esta última por Félix Díaz a partir de que no le entregan documentos a los QOM opositores a Insfrán), los K se ilusionan con que aún de repetirse este resultado en octubre mantendrían mayoría en las Cámaras de Diputados y Senadores, aunque en esta última su diferencia se estrecharía. Dicen que en 2009 quedaron con minoría en Diputados e igual se recuperaron. Sin embargo, la situación es muy diferente.
En 2009 hubo una fuerte recesión al calor de la crisis internacional. No sólo se recuperaron por el rebote de la economía (que creció fuerte en 2010 y 2011) sino que tenían variantes políticas de recambio (reelección de Cristina o candidatura de Néstor). El fenómeno desarrollado por la muerte de Néstor Kirchner potenció una recuperación política ya insinuada en los actos del Bicentenario y Cristina logró una holgada victoria en las presidenciales de 2011. Ni bien terminada esa elección señalamos las contradicciones económicas y políticas que enfrentaba el gobierno, y que éstas se expresarían más temprano que tarde. No nos equivocamos. La economía cayó fuerte en 2012 aunque no se derrumbó. Este año la producción automotriz creció respecto al año pasado, la cosecha fue récord y aumentó el consumo, lo que permitió contener las tendencias a la acción directa.
Pero el esquema económico no resolvió sus contradicciones estructurales. Las reservas continuaron su caída. La inflación no se disparó pero sigue en torno al 25% anual. El dólar paralelo casi duplica al oficial. El cepo al dólar produjo un derrumbe del mercado inmobiliario, que está en su piso histórico. El superávit fiscal es cosa del pasado, no lo consiguen siquiera mediante el “impuesto al salario”, que pasó de ser pagado por un 7% de los asalariados a un 30%. El déficit es cubierto con los fondos de la ANSES. El precio de la soja está cayendo y se calcula que la recaudación del Estado por retenciones caerá en 2014 alrededor de U$S 5.000 millones. Además, las condiciones internacionales empeoraron, con la tendencia a la caída de los precios de las materias primas. Todo esto expresa las tendencias al agotamiento del “modelo”, más allá de mejoras coyunturales que recrean ilusiones conservadoras en amplios sectores de masas. Hoy las principales contradicciones son políticas: como dijimos cuando el gobierno obtenía un 54%, la ausencia de reelección de CFK lleva a una “crisis de sucesión” en el oficialismo. El descontento que el año pasado y este mostraron las clases medias (con los cacerolazos que buscaban una salida por derecha) y el movimiento obrero (con el gran paro del 20 de noviembre) preanunciaron de algún modo lo que en las elecciones se expresó políticamente.
La batalla por la sucesión del peronismo
Con el apoyo del grueso de la clase dominante, llevando incluso un ex presidente de la Unión Industrial Argentina -José Ignacio De Mendiguren- en su lista, Massa fue uno de los grandes ganadores de la elección, aunque esto no lo transforma automáticamente en quien se queda con la sucesión de Cristina en el interior del peronismo. Massa, con su perfil opositor light, se transformó en la “esperanza blanca” de la gran patronal para liderar el “post kirchnerismo”. En su campaña, combinó planteos abiertamente de derecha (como la campaña por la “seguridad”) con demagogia hacia los trabajadores en lo que hace al “impuesto al salario”, buscando además el apoyo de sectores de la burocracia sindical. La burocracia, dividida como nunca, es una de las grandes derrotadas de la elección.
En la Provincia de Buenos Aires, el centro de la campaña electoral, la política del kirchnerismo frente a la emergencia de Massa fue presentar un candidato como Martín Insaurralde, con un perfil similar, y dar gran protagonismo en la campaña a Daniel Scioli, que estuvo a la par de la presidenta en los actos (aunque no en los spots, monopolizados por la imagen de CFK). Hay que ver si, más allá de una primera reacción que los muestra desorientados, tienen algún cambio de estrategia en la campaña hacia octubre.
El espacio del radicalismo y el “socialismo” de Binner sale relativamente bien de las primarias, con Julio Cobos y el ex gobernador santafesino como posibles presidenciables. El UNEN, que reunió la diáspora radical en Ciudad de Buenos Aires, junto a Elisa Carrió, Pino Solanas y Libres del Sur, no es seguro que retenga todo el voto que obtuvieron por separado las fórmulas que fueron a las internas y que sumadas le dieron el primer lugar. Sin embargo, la UCR salió derrotada en Ciudad de Buenos Aires, ni siquiera entrando Gil Lavedra en el reparto de candidaturas a diputado. En Provincia de Buenos Aires el grueso de los votos de la alianza entre Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín no sumó lo que obtuvo el FAP en 2011. Nacionalmente, la expectativa de este espacio para 2015 se cifra en una división del peronismo que le permita llegar con alguna chance a segunda vuelta.
El Frente de Izquierda y de los Trabajadores: una elección histórica
Con más de 900 mil votos, el FIT hizo una elección histórica para la izquierda anticapitalista, clasista y socialista. Mientras, la izquierda que apoya al gobierno perdió toda identidad diferenciada y la que se fue con las variantes de centroizquierda (MST - Nueva Izquierda) se redujo a su mínima expresión. A diferencia de otros frentes de izquierda que concentraban sus votos en Capital y Provincia de Buenos Aires, el FIT se mostró como una alternativa política de la clase trabajadora desde el norte hasta la Patagonia.
Nuestro voto expresó el descontento por izquierda con el gobierno kirchnerista, algo que los encuestadores y analistas buscaron ocultar durante la campaña y la prensa intenta hoy minimizar. Cuando en algunos distritos sacamos resultados entre un 5 % y un 10% es evidente que no hubo “error estadístico” sino una intencionalidad política en no registrar el voto al FIT. Esta vez no pueden querer explicar nuestra votación como producto de un supuesto “milagro” como hicieron en 2011. El FIT se transformó en alternativa por nuestra presencia permanente en las luchas políticas y sociales de este período. No somos partidos ni candidatos que sólo aparecemos para una elección. Fuimos los que denunciamos el espionaje ilegal de la gendarmería con el Proyecto X y llevamos adelante la campaña por la perpetua para Pedraza. Los que enfrentamos el copamiento de Plaza de Mayo por el gobierno el 24 de marzo. Los que nos solidarizamos con los inundados de La Plata e impulsamos las asambleas populares. Los que denunciamos la mafia en el sistema ferroviario que estuvo tras los crímenes sociales de Once y Castelar y fue responsable del asesinato de Mariano Ferreyra. Los que denunciamos en plena campaña como hizo Claudio Dellecarbonara en el Subte junto a los metrodelegados a Macri y su política de poner a funcionar estaciones sin condiciones de seguridad para trabajadores y usuarios. Los que impulsamos decenas de listas antiburocráticas en los sindicatos y estamos en primera línea en cada lucha obrera. Los que luchamos por la defensa de la educación pública en el movimiento estudiantil e intervenimos en todas las luchas antirepresivas y contra la impunidad de los represores de ayer y de hoy. Los que batallamos en el terreno de las ideas, como estamos haciendo desde el PTS con otros intelectuales adherentes al FIT con la revista Ideas de Izquierda.
El desafío del Frente de Izquierda y de los Trabajadores
El desafío del FIT no es meramente canalizar el descontento obrero y popular para obtener bancas de izquierda sino ser una herramienta para la construcción de un verdadero partido revolucionario, con decenas de miles de militantes y lugares de dirección en decenas de sindicatos, centros de estudiantes y otros organismos del movimiento de masas, es decir, con capacidad de dirección de una franja de la clase trabajadora (al comienzo minoritaria, pero que se proponga dirigirla en su conjunto). Para nuestro partido, el FIT es un medio para este objetivo, ya que un partido de este tipo es el que necesita la clase obrera para que una nueva crisis de “fin de ciclo” no sea resuelta favorablemente para la clase dominante.
Partimos para ello de que el FIT, a diferencia de Izquierda Unida, se basa en una plataforma de 26 puntos que señala claramente la lucha por la independencia política de la clase obrera tanto del gobierno como de toda variante patronal y por un gobierno de los trabajadores. Hacia octubre, tenemos planteado continuar una gran campaña militante. Los votos obtenidos no son un techo sino un piso. Muchos que no nos votaron están predispuestos a darnos su apoyo para que ingrese una bancada de izquierda al parlamento, a las legislaturas locales y a los concejos deliberantes. No porque creamos que las bancas son un fin en sí mismo, sino que son un medio para impulsar la movilización y la organización política independiente de la clase trabajadora.