Por: Christian Castillo
La elección del FIT nos permitió consagrar tres diputados nacionales por Mendoza, Salta y Provincia de Buenos Aires (y una cuarta banca que le estamos peleando al fraude en Córdoba) y legisladores provinciales en varios distritos como Buenos Aires, CABA y Mendoza. Obtuvimos casi 1.200.000 votos a nivel nacional, 300.000 más que en las PASO, más de un 5% de los votantes. En Mendoza, en sólo dos meses, los votos aumentaron un 90%. Los medios nacionales que minimizaron la votación del FIT en las primarias y cubrieron lo menos posible nuestra campaña (al punto de no invitar a nuestros candidatos ni siquiera a los debates) ahora tuvieron que dar cuenta del resultado obtenido por la izquierda antiimperialista, anticapitalista y socialista. Varios medios internacionales se hicieron eco de nuestro crecimiento.
No pocos “encuestadores” y “analistas” nos tiraron abajo en las encuestas (sobre todo en Provincia de Buenos Aires), y apenas conocidos los resultados debieron lanzarse a tratar de interpretar la votación del FIT. Hasta los gobernadores peronistas que visitaron a Gioja en San Juan “discutieron” qué expresaba la votación en Salta donde la lista de PO salió segunda con casi un 20% y en Mendoza la lista encabezada por Nicolás Del Caño (PTS) superó el 14%, como comenta Ámbito Financiero (30/10). En esas provincias, durante la campaña, como las encuestas no podían ocultar el crecimiento lanzaron todo el aparato mediático a cuestionar los aspectos del programa del FIT que creían que “espantarían” a los sectores populares, como el aborto o el problema de la seguridad, transformándolos en el eje de la discusión.
En la Provincia de Buenos Aires, donde fue la elección de mayor significación nacional obtuvimos un 5% pese a la polarización entre Massa y el FPV. En todo el conurbano superamos a De Narváez que contó con el apoyo del moyanismo. Llegamos a la legislatura bonaerense arañando el 6% por la 3º Sección, la más populosa, que agrupa 19 municipios del oeste y sur del Gran Buenos Aires, como La Matanza y otros partidos. Los analistas vinculados al peronismo se ilusionan con que el voto a la izquierda sea pasajero. Pero un voto con resultados tan importantes en numerosas provincias, más allá de las particularidades, expresa una tendencia nacional que podríamos atribuir a la combinación de distintos fenómenos.
Primero, la inserción de la izquierda entre los trabajadores y la juventud, con intervención en los movimientos de lucha (de trabajadores, DD.HH., de la mujer, etcétera) que creció durante todo el ciclo K. Somos una izquierda que no desaparece entre una elección y otra, sino que tiene una presencia permanente en la lucha de clases y la política nacional. En 2009 la suma de los votos de quienes componemos el FIT rondaba los 400 mil votos. Para entonces habíamos protagonizado algunos de los conflictos más relevantes de la clase obrera bajo el kirchnerismo (la gran lucha de Kraft) algo que se repetiría en la lucha de los tercerizados ferroviarios del Roca, durante la cual fue asesinado Mariano Ferreyra. En particular, el PTS fue conquistando comisiones internas y cuerpos de delegados en numerosas fábricas y empresas, con gran peso en el cordón industrial de la zona norte del Gran Buenos Aires. La unidad electoral consagrada en el FIT en 2011 dio mayor visibilidad e impulso a esa presencia, permitiendo lograr más de 500 mil votos a la fórmula presidencial y 660 mil a diputados nacionales.
A la izquierda del kirchnerismo no había “una pared” como decían desde Carta Abierta, sino una izquierda clasista que batallaba a contracorriente, independiente del gobierno y otras variantes patronales. No es casual que en fábricas donde la militancia del Frente tiene presencia nos votaron el 20, 30 y hasta 40% de los trabajadores. Y hablamos de empresas “grandes”. Si en todo el ciclo K se votaba a compañeros de izquierda como delegados o para las comisiones internas lo nuevo es que este voto político a la izquierda, en algunos casos repetido desde 2011 (ya son cuatro elecciones) y en otros por primera vez, es acompañado por la militancia activa de numerosos trabajadores. Hay establecimientos donde decenas de trabajadores fiscalizaron y convencieron de votar al FIT a compañeros, amigos, vecinos y familiares.
El segundo aspecto tiene que ver con la desilusión con el gobierno kirchnerista. Una franja de quienes lo apoyaban “por izquierda”, con la ilusión de transformaciones progresivas, ahora votó al FIT, dándonos la razón en nuestra delimitación persistente respecto del carácter del gobierno y su política permanente de tomar causas justas para bastardearlas. Esto se acrecentó ante el giro a la derecha del oficialismo tras las PASO. Aquí queda la experiencia de que es una quimera pretender transformaciones “de izquierda” por parte de una coalición con sectores de derecha, como el peronismo conservador que gobierna provincias y municipios o la podrida burocracia sindical.
Tercero, hay un fenómeno en la juventud, un gran componente del voto al FIT, tanto trabajadora como estudiantil. Este voto juvenil tiene razones sociales como políticas. Para muchos jóvenes que entraron por primera vez al mercado de trabajo o que estudian en terciarios o hasta hacen algunas materias en la universidad, el futuro aparece frustrante. El trabajo es precario y son una buena parte de quienes cobran menos de $5000 mensuales. Esa generación sufre la desilusión de la “promesa kirchnerista”, que se da en el marco de una crisis capitalista histórica que va por su sexto año, y todos los días ve cómo los gobiernos tanto conservadores como de “centro izquierda” aplican las mismas políticas de meter la mano en el bolsillo de los trabajadores para salvar a los bancos y monopolios. El FIT es la única fuerza nacional que denuncia estas políticas y plantea que la crisis la paguen las patronales. En esta elección fuimos los únicos que llamamos a votar contra el ajuste que plantean los grandes empresarios y sostienen en mayor o menor medida los políticos capitalistas.
Además, el voto al FIT fue el más consciente de toda la elección. Difundimos por miles un Manifiesto electoral con nuestro programa transicional ante la actual situación, donde planteamos nuestro objetivo de luchar por un gobierno de trabajadores. Agitamos creativamente puntos destacados de nuestro programa en los espacios de radio y televisión. Eso no significa que todos nuestros votantes comparten el conjunto de nuestra perspectiva revolucionaria, pero sí que se identifican y apoyan parte importante de nuestro programa. Tenemos ahora el desafío de poner las bancas al servicio de desarrollar y amplificar las luchas de los trabajadores, de apuntalar la conciencia de clase y de denunciar los negociados que hacen los políticos patronales a espaldas del pueblo trabajador. Vamos a articular los proyectos que presentemos en el parlamento y las legislaturas con organizaciones sindicales, estudiantiles, el movimiento de mujeres, de lucha por la vivienda. No se trata de presentar proyectos para que queden cajoneados sino de iniciativas políticas que favorezcan la movilización y la organización de los explotados y oprimidos.
En lo inmediato está planteado el crecimiento de la militancia en fábricas, establecimientos, escuelas y universidades. El apoyo electoral debemos ponerlo en función de dar nuevos pasos en la construcción del gran partido revolucionario que la clase trabajadora necesita para vencer.