Por: Christian Castillo
La “muerte dudosa” del fiscal Alberto Nisman terminó con el sosiego veraniego y provocó una crisis política que desnuda la podredumbre del aparato estatal, en particular la relación entre los servicios “de inteligencia” y otros poderes del Estado, como los jueces federales y, obviamente, el Poder Ejecutivo. El oficialismo, que inicialmente había abonado la hipótesis del suicidio ahora sostiene que lo asesinaron, a partir de las afirmaciones hechas en su cuenta de Facebook por la propia Presidenta de la Nación.
Nisman se sumaría así a la lista de “suicidados” en los gobiernos pos dictadura: Echegoyen, Estrada, Cattáneo, Di Natale, Febrés. Más allá de estos casos pestilentes, los servicios de inteligencia constituyen instrumentos fundamentales de los estados capitalistas para infiltrar y operar de mil formas contra las organizaciones de la clase trabajadora y el pueblo y la izquierda. En nuestro país no es solo la Secretaría de Inteligencia (SI, ex SIDE), sino también los organismos respectivos de la Marina (SIN), la Fuerza Aérea (SIFA) y el Ejército (heredero del nefasto Batallón de Inteligencia 601 creado por la dictadura de Onganía y de recordado papel durante la dictadura genocida y participante activo del Plan Cóndor), los aparatos de espionaje criminal de la Gendarmería Nacional, de la Prefectura y de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, las superintendencias de Seguridad Federal y de Interior de la Policía Federal Argentina y divisiones similares en las policías provinciales. Según las listas entregadas al Archivo de la Memoria, el Batallón 601 tenía 4300 integrantes, la mayoría civiles, entre ellos Gerardo Martínez, uno de los burócratas sindicales preferidos de Cristina.
El espionaje realizado por Gendarmería con el Proyecto X mostró como esta actividad de infiltración y espionaje sigue totalmente vigente. Lo mismo ocurrió con la denuncia de la infiltración del oficial de inteligencia de la Policía Federal Argentina Américo Balbuena en la Agencia de Noticias Rodolfo Walsh, parte de más de mil agentes de esa fuerza que cumplen esa función. Desde lo que hoy es la SI se han orquestado una y mil conspiraciones contra las luchas de los trabajadores. Basta recordar el papel del fallecido Carlos Soria, cuando a cargo de ese organismo en el gobierno de Duhalde fue pieza clave en el armado de todo el operativo que se cobró la vida de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.
Por eso para los trabajadores el desprestigio que estas cuevas de conspiradores están teniendo a raíz de su responsabilidad tanto en el encubrimiento (¿y en la ejecución?) del atentado a la AMIA y ahora con motivo de la muerte de Nisman es de suma importancia para debilitar su capacidad de acción.
Nuevos datos, mayor confusión
Cada dato nuevo que se conoce agrega confusión y deja con menos asidero la versión inicial de un acto suicida. Pero cualquiera sea la variante de su muerte (suicidio, suicidio inducido o asesinato directo) tiene por detrás la llamada “guerra de los servicios”, posiblemente abierta en lo que hace a este caso a partir del cambio de rumbo del gobierno respecto de la causa AMIA. Durante años, el kirchnerismo siguió con esmero la “pista iraní” sostenida por la CIA, el Mossad y los agentes de la ex SIDE con Antonio “Jaime” Stiusso a la cabeza. El nombramiento de Nisman por parte de Néstor Kirchner fue parte del impulso de esta orientación. Luego, ya con Cristina en el gobierno, el kirchnerismo creyó leer nuevos aires en la política estadounidense hacia Irán y negoció con este país el Memorándum de Entendimiento, supuestamente para lograr que declaren los iraníes acusados por Nisman (que estaban bajo “alerta roja” de Interpol) en el propio territorio de la República Islámica. Esto implicó un quiebre con Stiusso, quien se jactaba de tener una oficina en la sede de la CIA en Langley. Paralelamente a la SI, el kirchnerismo fue construyendo una suerte de aparato de inteligencia interno alternativo comandado por el actual Jefe del Ejército, César Milani.
Resulta verosímil que Nisman haya quedado enredado en esta guerra de camarillas por el control de la inteligencia interna, con el aditamento de la gran influencia sobre la misma de servicios extranjeros como la CIA y el Mossad. No es tampoco descabellado pensar que el llamativo apuro de Nisman por presentar su informe estuvo movido por el intento de aprovechar el impacto de los brutales ataques terroristas en París contra los periodistas de Charlie Hebdo. Lo cierto es que, hecho público el informe de casi 300 páginas que Nisman iba a presentar al Congreso, está lejos de ser lo “explosivo” que el fiscal había anticipado en el raid mediático previo a su muerte.
Quien siembra vientos cosecha tempestades
En el oficialismo el hecho provocó un fuerte desconcierto inicial, ya que desde sus filas se había fustigado duramente a Nisman en los días previos. A esto hay que agregar la insólita actuación de Sergio Berni esa misma madrugada, presente en la casa del fiscal sin que lo llamara la fiscal y sosteniendo que “todo indica que se trató de un suicidio” cuando la investigación ni había comenzado. También el gobierno ha sido golpeado por la repercusión internacional negativa en la prensa imperialista, que llevó a decir al The New York Times que un equipo de “juristas internacionales” debía investigar la causa AMIA y al Washingon Times a reclamar que Estados Unidos y Europa sancionen al país por la “dudosa muerte”. El intento del gobierno de reacomodarse a partir de las cartas de la presidenta publicadas en la red social Facebook (especialmente la última donde descarta el suicidio) tiene sin embargo múltiples contradicciones, empezando porque fue el propio kirchnerismo el que abonó por una década la “pista iraní” en consonancia con los gobiernos de Estados Unidos e Israel (y con sus servicios de inteligencia) y que se valió durante 12 años de los servicios del ahora “enemigo” Jaime Stiuso: el que siembra vientos cosecha tempestades. Este gobierno hizo uso y abuso de un aparato de inteligencia putrefacto que viene desde la dictadura y que ahora busca reemplazar parcialmente por uno no muy distinto controlado por otro represor de la dictadura como Milani.
Mientras la oposición patronal quiere transformar a Nisman en “héroe nacional” y en la causa AMIA busca reafirmar la “pista iraní” para sostener una mayor subordinación a Estados Unidos y al Estado de Israel; y mientras el gobierno hace malabares para capear esta crisis buscando desligarse de sus responsabilidades; solo desde el PTS y el Frente de Izquierda hemos planteado las medidas necesarias para quebrar el encubrimiento estatal que acompañó la causa AMIA desde sus inicios. Apertura inmediata e integral de los archivos de la Secretaría de Inteligencia. Conformación de una Comisión Investigadora Independiente con plenos poderes para encontrar la verdad del brutal atentado. Derogación de la nefasta “ley antiterrorista”. Abajo el “Proyecto X”. Los trabajadores y los sectores populares que quieren terminar con el espionaje y estas mafias al servicio de los capitalistas, sus gobiernos y sus partidos, que utilizan los recursos del estado para ajustes de cuentas o maniobras en función de los intereses de cada camarilla, tienen que inscribir la disolución de los servicios de inteligencia como parte del programa de lucha contra este Estado de los capitalistas, por un gobierno de los trabajadores.