De espionajes y decadencia

Christian Joanidis

El caso del fiscal Nisman ha sacado a la luz mucho más que de lo que dice la denuncia. Lentamente van apareciendo distintos personajes, distintos testimonios y con ellos se revela una metodología de esta década. 

Los eventos de los últimos días trajeron a nuestra memoria otras historias de espionaje que hemos escuchado en estos diez años. Primero es importante entender que “Inteligencia” es aquel área que se ocupa de conseguir información con un determinado fin y ordenarla. En un gobierno democrático la Inteligencia es necesaria y no tiene ninguna connotación negativa. La policía necesita recopilar información sobre los delincuentes para poder presentarla como pruebas y que la justicia pueda encarcelarlos. El ejército necesita recopilar información sobre posibles amenazas externas (terrorismo por ejemplo) para neutralizarlas. La Inteligencia es, en todo caso, una herramienta necesaria de cualquier República: para protegerla de aquellos que desde afuera la quieren socavar y para resguardarla de quienes desde adentro no respetan las leyes. 

Pero es cierto que durante toda esta década han pesado sospechas contra el gobierno nacional por espionaje. A mi mente viene el famoso “Proyecto X”, que habría sido una suerte de operativo de escuchas masivo sobre distintos líderes sociales. A esto se suma una diversidad de anécdotas sobre el uso de la inteligencia en esta década que han salido en los distintos diarios por estos días. Y es que la estructura de Inteligencia es sólo una herramienta, no es en sí misma ni buena ni mala. Pero el uso que ha hecho el gobierno de esta herramienta en este último tiempo ha sido no sólo en detrimento de nuestra república, sino que ha querido imitar a los legendarios sistemas de vigilancia de los Estados totalitarios del siglo pasado. Recordemos que hoy quien comanda el ejército es justamente alguien que proviene de este metier. Si algo le faltaba a al kirchnerismo para completar su cuadro de partido totalitario era una vigilancia extrema sobre sus opositores: ya tiene su partido omnipotente, sus grupos de choque, su estricto control sobre la economía.

La Inteligencia es por su naturaleza algo secreto. Tiene su lógica: si la policía está siguiendo a un narcotraficante, no puede hacer pública esa información. Pero la cuestión es que para cada acto de Inteligencia de la policía, existe (debería existir) una orden judicial o instrucción de un fiscal que avale dicha tarea. Una estructura republicana, donde un poder controla al otro. A su vez, existe (o debería existir) una ley muy estricta en lo que se refiere a inteligencia, de forma tal que el poder legislativo determina la forma en que se debe operar, el judicial ordena la acción y el ejecutivo la ejecuta. Sin embargo, parece que con la Secretaría de Inteligencia las cosas no tenían este esquema republicano.

La idea de concentrar todas las actividades de inteligencia en una sola agencia también va en la tendencia de este gobierno, de acaparar todo para poder controlarlo y utilizarlo a su antojo. Si estuviera descentralizado, incluso, pueden tejerse estructuras de control entre los unos y los otros. Pero no es esto lo que quiere el kirchnerismo, que en su concepción totalitaria prefiere una sólida estructura para vigilar, en lo que queda de su mandato, a quienes puedan entorpecer su camino.

Pero si algo le faltaba a esta trama de espionaje con aromas de estado soviético y guerra fría, era la negación del gobierno a que desde el exterior se nos preste ayuda para poder resolver, cuanto antes, la muerte del fiscal y progresar en la investigación del atentado a la AMIA. Con la excusa de la soberanía se deja del otro lado de la reja a expertos que bien podrían contribuir, no sólo con su conocimiento, sino también con su imparcialidad. Pero este gobierno no quiere que nadie demasiado capaz se entrometa en algo que todavía no sabe cómo resolver. No puedo evitar recordar algo que escuché varias veces: “los argentinos somos derechos y humanos”. No quiero decir que esto es una dictadura, porque no lo es. Desde el exterior se quiere colaborar para resolver una cuestión sensible y desde el gobierno se responde con una negativa y la excusa de la soberanía: el paralelo es casi una obviedad. En aquel entonces algo se quería ocultar y por eso tiendo a pensar que también algo se querrá ocultar hoy. Yo personalmente estaría muy agradecido de que una comisión internacional nos ofrezca su colaboración para resolver esta cuestión, para darle transparencia a algo que cada día se torna más turbio. Pero nuestro gobierno, en lugar de buscar la transparencia, sigue acentuando esta sensación de guerra fría que todos estamos teniendo.

Y mientras seguimos creyendo que “somos derechos y humanos”, siguen los juegos de los espías, hay nuevas amenazas y ciertas actitudes que hasta al más optimista y lleno de fe e inocencia lo hacen dudar. Yo no sé quien está detrás de todo esto, pero sí sé  que este juego de espías no puede continuar.