Entre los buenos deseos y la realidad

Daniel Sticco

El segundo semestre de 2012 fue muy duro para muchos de los economistas profesionales, porque vieron que sus pronósticos de reactivación de la actividad agregada en ese período, sellados a fuego en los trabajos publicados, informes reservados a clientes y en declaraciones a cuanto medio radial, televisivo o gráfico los consultaron, no fueron convalidados por la realidad.

Si no fuera así, entonces, ¿cómo se explica que la destrucción de empleos en la economía, lejos de revertirse, se haya acentuado en el último mes de 2012, no sólo respecto del mes previo, sino también en comparación con un año atrás?

Nadie en su sano juicio decide recortar la nómina de personal si observara en sus listas de pedidos aumentos en las cantidades y en el monto a facturar por la venta de sus productos y servicios muy superiores a los habituales, y si además firmara contratos para el resto del año.

Entre los primeros datos del último mes de 2012 se conocieron los correspondientes a la denominada conflictividad laboral, a la recaudación de impuestos y al patentamiento de automotores.

En el primer caso, el índice de despidos, a partir de denuncias sindicales, dio cuenta de la destrucción de más de 2.200 empleos en diciembre, con un ritmo de reducción de posiciones que superó en tres veces al de todo 2011 y acumuló casi 60.000 en un año.

En el segundo, la AFIP volvió a resaltar el “aumento récord” de los recursos, pese a que apenas superó en un par de puntos porcentuales a la tasa real de inflación que perciben las consultoras privadas que informan sus datos a legisladores de la oposición.

Los datos de recaudación de impuestos al comercio exterior siguen sin dar señales de revitalización de las operaciones.

Las exportaciones continúan afectadas por la pérdida de competitividad cambiaria y por la demora en manifestarse el repunte de las cosechas, mientras que las importaciones están lejos de recuperar el impulso del pasado, en particular en lo que respecta a bienes de inversión.

Mientras que el patentamiento de automotores dio muestras de un virtual estancamiento del mercado global, con leve baja en automóviles y repunte en el área de las pick ups, más asociado al refugio de valor de los agricultores extensivos que a una vocación inversora, en comparación con un año atrás.

De ahí que, por ahora, todas las predicciones para 2013 que apuntan a un “mejor año” parecen estar más basadas en el terreno de las expresiones de buenos deseos que en hechos concretos que anticipen un real repunte de la actividad productiva y comercial.

Premisas fuertes, pero relativas
Las bases de los pronósticos de los economistas son las estimaciones de recuperación de las cosechas, en particular de la soja, la reactivación de Brasil y la expansión del gasto en un año electoral.

En el primer caso, la volatilidad del clima puede generar sorpresas. Por eso los expertos aconsejan no gastar a cuenta.

En el segundo, la Argentina ha castigado duro a su mayor socio en el Mercosur, al punto de que ha tenido una alta cuota en la drástica reducción del superávit comercial en el último año. De ahí que Brasil podría aplicarle represalias no declaradas.

Mientras que en el tercero, el empinamiento de la inflación que generó el creciente financiamiento con emisión del Banco Central dejaría poco margen para intensificar el uso de ese recurso como parte de las políticas activas para reanimar la actividad agregada.