Retornó en 2012 la precariedad laboral

Daniel Sticco

Un fenómeno que había caracterizado a los ’90 y que se definió como la preponderancia de la creación de puestos de trabajo en negro y de modo independiente, ante la falta de oportunidades para ocupar una posición asalariada en el sector privado, volvió a renacer en el último año.

Las fuentes de información son las estadísticas oficiales. En primer término la Encuesta Permanente de Hogares del Indec y en segundo lugar el informe trimestral de la AFIP sobre la cantidad de cotizantes en el Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones.

En el primer caso, la consulta se refiere no sólo al comportamiento de la oferta laboral, determinada por proporción de la población que busca o tiene un empleo y la demanda, la que dijo que está ocupada, sea en relación de dependencia, desagregada con ingreso sujeta a aporte jubilatorio o no (informal), y por cuenta propia. Mientras que en el segundo, se divide en trabajador en relación de dependencia y en autónomo o monotributista.

En una economía en franco crecimiento era razonable observar que por cada puesto independiente se creaban hasta 45 en forma asalariada. Esto es los nuevos emprendedores generaban fuentes de trabajo, en tanto los radicados consolidaban su crecimiento con inversiones que exigían ampliar el plantel estable.

En términos de cantidad de personas involucradas significó en el período 2003 a 2011 la generación de 2,6 millones de ocupaciones asalariadas y 58 mil empleos independientes. En tanto, de cada 4 nuevos trabajadores en relación de dependencia (3,4 millones) disminuía en 1 el asalariado en la informalidad (799 mil).

Pero el cuadro cambió, en particular desde el inicio del segundo semestre de 2012, cuando el Gobierno lejos de dar marcha atrás con la política de crecientes regulaciones y las trabas al comercio exterior, las profundizó con el desaliento al giro de utilidades a los accionistas del resto del mundo; el deliberado atraso cambiario -al desconocer el real aumento de los precios y sus causas-, y el cepo impuesto a las ventas de dólares -principal refugio del ahorro de las familias y empresas en tiempos de incertidumbre- y tasas de interés singularmente bajas, pese al claro deterioro de los indicadores macroeconómicos que provocaron un severo perjuicio a muchas familias argentinas.

Las caídas del comercio exterior en 2012 (5,2% la importaciones y 6,6% las exportaciones) y de 4,9% la inversión bruta interna fija, no sólo opacaron el crecimiento del consumo interno -aunque a menor ritmo que en 2011-, sino que tuvieron su correlato inmediato y más sensible en una brusca desaceleración en la tasa de crecimiento del empleo en blanco y un singular empinamiento de la ocupación en negro, como había ocurrido en 2009.

En los últimos doce meses por cada 100 puestos autónomos apenas se crearon 83 asalariados. De éstos los registrados (28.100) fueron menos de la tercera parte de los nuevos empleos en negro (97.100).

Desaciertos propios
Ahora el cuadro no es comparable al de tres años atrás: los precios internacionales de los productos que más vende la Argentina se mantienen en máximos históricos; las tasas de interés en el mundo persisten singularmente bajas y los valores de las máquinas y equipos que el país necesita y no produce también se mantienen en niveles singularmente favorables, más aún a partir de la ventaja que otorga una política cambiaria que abarata la importaciones en la misma proporción que debilita la capacidad competitiva de los exportadores.

De ahí que el quiebre del círculo virtuoso de la generación de riqueza con inclusión social no parece originarse en un escenario externo hostil, sino en palpables desaciertos de política económica, los cuales no sólo se advierte en el resurgimiento de una brecha cambiaria entre el tipo oficial (para muy pocas transacciones y actores) y el libre, paralelo y fuga (también para pocos, pero con apreciables impactos sobre la economía en su conjunto), sino particularmente en la falta de oportunidades para más de 150.000 personas de las 428.000 que se volcaron al mercado en busca de un empleo y otras 1,33 millones que vieron extenderse los plazos para su reinserción laboral.

El cruce de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares con los del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones permitió detectar que al cierre de 2012 por cada nuevo puesto en blanco neto (asalariados e independientes) se generaron 3,7 en negro -58.100 vs 217.600-. En los ocho años previos se había observado el fenómeno inverso: se ocuparon 4,38 millones de personas en la formalidad en comparación con 1,71 millones que dejaron de desempeñarse al margen de la legislación laboral.