Por: Daniel Sticco
Desde la llegada de Alejandro Vanoli al Banco Central el tipo de cambio libre bajó poco más de 6% y en comparación con el pico anotado como valor de cierre el 24 de septiembre la caída se acentúa a 7,7 por ciento.
Para lograr ese objetivo, que frente a la virtual quietud del tipo de cambio oficial para el comercio exterior pese a la erosión que provoca la inflación, determinó un cierre de la brecha máxima de casi 88 a 73 por ciento, no mediaron acciones de política económica destinadas a reordenar las variables claves como déficit fiscal, aumento de la competitividad cambiaria y freno a la emisión como única fuente de financiamiento del rojo de las finanzas públicas, que contribuyeran a cambiar las expectativas.
Por el contrario, se apeló a otra vieja receta, como la intervención en el mercado de capitales con ventas de acciones y bonos en poder de organismos públicos, como la Anses, principalmente, pese a que fue tan probada y fracasada como los controles de precios y el cierre de la economía, aún para insumos y máquinas claves para sostener el proceso productivo y generar divisas con posteriores exportaciones.
Y dado que se trata de operaciones de suma cero, porque a cada vendedor se contrapone un comprador, lo relevante es mirar la tendencia de los precios, los cuales bajan cuando son más los que venden que los que compran y viceversa.
Hoy, con esa pobre estrategia el gobierno nacional está alimentando a los futuros buitres (en la jerga de varios funcionarios), porque les está asegurando sustanciales ganancias en menos de un año, cada vez más acentuada en la medida en que se persista con esa línea sin mediar un plan de fondo.
El Índice Merval de la Bolsa de Comercio acumula una caída de 23% en la primera quincena de octubre, pero en algunas acciones líderes, esto es de alta liquidez, la baja se intensificó a más de 28% en el caso de YPF y 26% en el de Grupo Financiero Galicia, por citar algunos casos. De ahí surge que para volver al nivel previo el mercado deberá experimentar un salto entre 30% en el caso del indicador líder y 40% en el de los papeles de la petrolera.
En el caso de los bonos de la deuda pública, los más transados pasaron de ofrecer una renta anual en dólares de 11 a 12 por ciento, a casi 20 por ciento, en contraste con 4 o 5 por ciento que pagan diversos países de la región.
Baja porque subió y sube porque se especula
Claramente, la pérdida mencionada se relativiza porque surge luego de un recorrido inusualmente alcista, al menos en valores nominales, alimentada hasta fines de junio por la expectativa de un arreglo entre el gobierno y los holdouts con los acuerdos que se fueron cerrando con empresas que litigaban en el CIADI; el Club de París y últimamente con el pago a Repsol por la expropiación de su tenencia mayoritaria en YPF, y desde julio por la incertidumbre que disparó el default parcial de la deuda pública.
Pero la ganancia que seguramente provendrá a partir de enero de 2015 si se accede a una negociación con los bonistas que recibieron la ratificación del fallo favorable del juez Thomas Griesa luego del supuesto o posible vencimiento de la cláusula RUFO, a un poco más adelante si se afirman las expectativas de un giro de política con un nuevo gobierno que se muestre amigable con los mercados y organismos internacionales, será equivalente a la que buscan los fondos especulativos que tanto se ocupan las autoridades del gobierno en demonizar.
Los beneficios serán aún más singulares, para los amantes de tomar riesgo con operaciones más sofisticadas, como las opciones, para quienes se anticipen al cambio de tendencia de los precios. ¿Serán catalogados como buitres, simplemente por ser inversores que concurren libremente a un mercado de competencia en el que según las expectativas adoptan posturas compradoras o vendedoras, de suma cero. Y por tanto se alentará en lo que resta de mandato más controles y regulaciones?.