Por: Diego Kravetz
Se puede. Sobran los ejemplos de países que triunfaron contra el crimen partiendo de escenarios mucho más violentos que el de la Argentina. Lo lograron con planes estratégicos apoyados en políticas de Estado de largo plazo. ¿Hay cosas para imitar? Por supuesto.
Más allá de los anuncios grandilocuentes y los operativos espectaculares, pero aislados, lo que se requiere es un firme compromiso de todas instituciones en un mismo camino, que es recuperar la paz y la tranquilidad.
En ese sentido, el primer paso es sincerar las estadísticas. Conocer el detalle del delito es mucho más que un derecho: es la piedra angular de cualquier gestión efectiva en la lucha contra la delincuencia. Sin un mapa correcto y sin la identificación de zonas y características, abordar la problemática de la inseguridad es una tarea imposible.
Lo siguiente, no menos importante, es recuperar el control de las policías. De un tiempo a esta parte, los gobiernos han resignado sus planes a manos de las fuerzas de seguridad, cuya desvirtuada autonomía sólo ha generado corrupción, zonas liberadas y conflictos. La tan célebre “tolerancia cero” de Giuliani en Nueva York fue, en primer lugar, contra la corrupción policial.
Recuperar el control de las policías es el corazón del plan porque es el Estado el que debe definir los objetivos, pero además es el encargado de hacer cumplir sus formas y métodos. No se trata de armar una purga cada tantos años o ascender a un jefe oficialista: se debe promover una cultura diferente, una política diferente, en todo sentido, de ahora en adelante.
En algunos de los países más desarrollados del mundo, sirvió municipalizar a la institución policial. De esa manera, no sólo se redujo el campo de acción y se volvió más eficiente, sino que el alcalde o intendente se vio obligado a conducir efectivamente la fuerza, porque sus votos dependían de la sensación de seguridad.
A estas medidas se le debe imprimir un fuerte componente tecnológico, que modernice la investigación y la prevención del delito de acuerdo a las últimas herramientas disponibles. Mientras en algunas zonas de la Argentina los patrulleros se quedan a mitad de camino de una persecución por falta de nafta, en países no tan primermundistas los autos de la policía van equipados con sistemas de comunicaciones e información que permiten evitar un cantidad innumerable de hechos violentos.
Por fin, la suma de estas ideas debe sostenerse con coherencia a lo largo del tiempo. No hay una inseguridad peronista o una inseguridad macrista: la inseguridad excede a los nombres y a los partidos. Es el Estado el que debe defender a los ciudadanos. Y lo tiene que hacer lógicamente, permanentemente.
Ahora, bien, es cierto que todo esto lleva tiempo. No se puede conseguir de un día para el otro. No hay manera de hacerlo de la noche a la mañana. Pero sí hay decisiones que se pueden adoptar en lo inmediato para resolver el mientras tanto. Por ejemplo, la integración de las fuerzas. La coordinación.
Se puede dejar de pujar. De celar. De competir y de pulsear entre distritos. Se pueden definir planes de acción a corto y mediano plazo para comprometerse contra el delito. Se puede.