Por: Diego Kravetz
La idea del Partido de la Red es simple y justamente allí reside toda su grandeza. Una plataforma online donde se pondrán a votación cada una de las iniciativas que estén siendo debatidas en el Parlamento. Vos das tu opinión, todos dan su opinión y lo que determine la mayoría será finalmente lo que votará tu representante. Así de fácil.
Cómo eso va a ir en desmedro de la política, sinceramente no entiendo.
Está claro que la herramienta se podrá ir probando y mejorando en la medida que se ejercita, seguro. Que tendrá que convivir y aprender del sistema actual, también.
Ahora, estamos frente a nuevas ideas que provienen de los más jóvenes y que sin dudas le darán un soplo de aire fresco a nuestra democracia. Nos tenemos que animar a dar el salto y aferrarnos a ellas. Eso es lo que necesitamos para la próxima etapa. Transparentar la política, despertar el interés (sobre todo de las generaciones venideras) y entusiasmar al grado de lograr que la gente participe. Todo ganancia.
Y si todavía no te convence, si así y todo no te alcanza, ¿sabés por qué me parece un voto que suma? Porque el Partido de la Red consiguió algo que hace largo rato no se ve. Hoy, cuando todo parece devorado por los kirchnerismos, macrismos, sciolismos y massismos, ellos lograron elaborar una propuesta en la que importa más la idea que los liderazgos personales.
Estoy decidido: el próximo 27 de octubre voy a votar al Partido de la Red. Tengo muchos amigos allí y por eso tuve la suerte de seguir de cerca el proceso de maduración, que se inició con una idea descabellada, continuó con la locura de fundar un partido político y ahora culminará en la epopeya de competir por una banca en la Legislatura porteña.
En más de una ocasión que adelanté mi decisión -entre conocidos, amigos y familiares- me encontré con la siguiente reacción: “Es la antipolítica, ¿cómo podés votar eso?”. El enojo contra, supuestamente, la “no política”.
Nada más lejos de la realidad. Si algo promueve el Partido de la Rede es la mayor participación ciudadana en la arena política. Y eso, de antipolítica, no tiene nada.