En nuestra nota anterior, hacíamos hincapié en lo reducido de nuestro mercado bursátil, representado por la Bolsa de Comercio de Buenos Aires (BCBA), ya que fue contrayéndose hace años y hoy es la sombra de lo que fue. Su pequeñez se manifiesta tanto por la cantidad de empresas cotizantes en sus pizarras como por los montos operados en el piso.
Esta realidad se refleja en el hecho de que permitió y permite a los grandes operadores (léase bancos y en muchos casos fondos de inversión, controlados por los mismos bancos) intervenir y regular el mercado; es decir, son formadores y fijadores de precios.
Esta ventaja competitiva les permitió generar un sistema monopólico y perverso, del que los únicos ganadores fueron y son ellos, algo que lograron destruyendo al mercado.
¿Cómo fundamentamos esta afirmación?
Cuando el mercado está necesitado de dinero, ellos lo tienen todo. Nadie puede competir con ellos.
Cuando el mercado está necesitado de papeles, ellos los tienen todos. Nadie puede competir con ellos.
Cuando necesitan información, ellos la tienen toda. Nadie puede competir con ellos.
Cuando la información no existe, ellos la pueden generar o crear. Nadie puede competir con ellos.
En definitiva, esta situación fue provocando la emigración de los inversores, pues debían competir en inferioridad de condiciones con quienes indefectiblemente los llevaban al quebranto; simultáneamente, las empresas fueron abandonando la Bolsa. Consecuentemente, los bancos quedaron dueños y árbitros del mercado, lo que lógicamente e inexorablemente significó su casi extinción, llevándolo a su mínima expresión, que es el mercado que hoy tenemos.
Esto no sólo fue en desmedro de los habituales operadores de todo el mercado bursátil, ya fueran empresas cotizantes o inversores tomadores de títulos, sino también fundamentalmente de todas las economías regionales, los principales perdedores en este escenario. El empleo en su conjunto se resintió, esta situación facilitó la especulación con el dólar, y todas estas variables finalmente atentaron contra toda la economía.
Este profundo desequilibrio en el mercado bursátil provocó daños colaterales muy importantes en el sistema financiero pues quienes dominaron este mercado fueron y son los bancos, en especial los privados. Aquí sí vale detenernos ya que hace años las economías regionales fueron desatendidas y abandonadas a su suerte en cuanto la atención de sus necesidades crediticias y financieras por la banca privada, y cuando lo hizo, fue a tasas imposibles de pagar. Este abandono de una de sus obligaciones básicas de su razón de ser fue la realidad de que estaban más ocupados en el mercado bursátil, pues el riesgo y los costos eran menores, y las utilidades mayores y más seguras, dado que era un mercado que ellos controlaban. La conclusión estaba a la vista: olvidaron las economías regionales y optaron por dominar el mercado bursátil.
¿Cuál fue el resultado final de todo este largo proceder? Al empresariado nacional sólo le quedo, para financiarse, la banca pública, que en algunos casos (bancos provinciales) habían quebrado, mientras que los que se mantenían en pié tampoco podían atender todas estas necesidades. El mercado bursátil llegó a su mínima expresión. Toda la economía en su conjunto sufrió este desequilibrio. Es evidente que esta situación debía revertirse, desgraciadamente se esperó mucho, mucho se perdió y mucho se desaprovechó, pero felizmente la Comisión Nacional de Valores (CNV) tomó cartas en el asunto y hoy las expectativas son muy positivas.
El nuevo escenario que se va a presentar sin duda será un nuevo mercado abierto a todas las empresas medianas nacionales y regionales, hoy inexorablemente expulsados de él. ¿Cómo esta situación impactará en las economías regionales? Permitirá:
- A las empresas locales:
- Acceder a fondos líquidos y poder estructurar las condiciones y los plazos a sus necesidades, mediante la colocación de títulos y obligaciones negociables (ON).
- Acceder a un circuito financiero adicional al tradicional mercado bancario, lo que les permite lograr autonomía financiera.
- Rápida captación de socios a riesgo.
- Sus balances, al ser auditados por la Comisión Nacional de Valores, se convertirán en absolutamente fiables, mejorando su imagen ante los bancos, clientes y proveedores.
- A los inversores:
- Se amplia la oferta de negocios y se tendrá acceso a empresas que por su tamaño son más accesibles al inversor local.
Finalmente, no debe desatenderse el hecho de que con la globalización de los mercados y su interconexión, las empresas cotizantes tendrán acceso a excedentes de capital de inversores extranjeros.
Una vez puesta en ejecución esta ley, para evitar su fracaso, deberá inexorablemente llevarse a cabo una tarea de culturización bursátil en todas las provincias y ámbitos (cámaras empresarias, consejos profesionales de ciencias económicas y universidades) de esta forma que estaremos consolidando un mercado que será la herramienta fundamental del crecimiento de las economías regionales.
Por todo lo expuesto, nuestro beneplácito por la actitud tomada por la CNV.