Tres millones y medio de rehenes

Edgardo Zablotsky

Cerca de 3.500.000 de niños no comenzaron las clases luego del receso invernal en las escuelas públicas de la provincia de Buenos Aires en virtud de un nuevo paro docente. Los gremialistas exigen al Gobierno la reapertura de las paritarias, en busca de  un nuevo aumento salarial para el segundo semestre.

Es hora de enfrentar un tema tabú. Aquella maestra de antaño, que con su guardapolvo blanco aún hoy genera una imagen de respeto en nuestro imaginario, ha sido reemplazada por dirigentes sindicales que impiden la educación de nuestros hijos. ¿Cuántos días de clase ya se han perdido este año en las escuelas públicas bonaerenses en virtud de paros docentes? ¿Cuántos más se habrán de perder?

Por ello resulta de particular interés el reporte del Banco Mundial, Grandes Maestros: Cómo Incrementar el Aprendizaje de los Estudiantes en Latinoamérica y el Caribe, dado a conocer el jueves 21 de julio en el Foro sobre Regional Educational Solutions, llevado a cabo en la Universidad Católica de Lima.

La conclusión es movilizante: cada semana los estudiantes de las escuelas públicas se ven privados del equivalente a un día completo de clases, en virtud de la baja efectividad de los maestros. Este hecho se funda en el ausentismo docente, su mala preparación, su bajo nivel de capital humano para ejercer la profesión, su inadecuado salario y la falta de liderazgo en las autoridades de las escuelas. Más aún, el reporte resalta que los beneficios económicos y sociales del gasto público en educación dependen de lo que los estudiantes aprenden y no de cuántos años permanecen en la escuela.

Es hora de levantar el tabú y enfrentar la realidad, tal como lo remarcó en el Foro el vicepresidente del Banco Mundial, Jorge Familiar, quien expresó: “Es difícil pensar en un elemento más importante para ampliar las oportunidades para todos los latinoamericanos que una educación de calidad” y subrayó que “es difícil pensar en un jugador más importante para elevar la calidad educativa que los docentes de la región”.

Los líderes sindicales deberían defender los intereses de sus afiliados proponiendo que se establezca una evaluación de los maestros a nivel nacional, elevando, como en otras latitudes, los requerimientos para ingresar en la profesión, evaluando y capacitando a los maestros que no lo estén, y permitiendo la exclusión de aquellos que no adquiriesen los atributos necesarios mediante dicho proceso de capacitación. Así, se proveería a los representantes sindicales de un real poder de negociación, pues aseguraría frente a la sociedad la productividad de los miembros de su gremio en la delicada tarea que tienen a cargo.

Pero de eso no se habla. En lugar de ello han optado por tomar cerca de 3,500,000 estudiantes como virtuales rehenes de sus demandas salariales. Qué lejos ha quedado el recuerdo de aquella señorita de guardapolvo blanco; hoy la imagen de un maestro es otra y no por culpa de los muchos buenos docentes, sino de aquellos que invocan su representación.