Por: Edgardo Zablotsky
“No se olviden de los pobres”, ha sido el pedido del papa Francisco a los líderes mundiales reunidos en Davos. ¿Cómo llevarlo a nuestra realidad? Veamos un ejemplo. Dentro de las posibles políticas del Gobierno se encuentra lanzar un plan que facilitaría la inserción laboral de miles de jóvenes denominado, en tiempos electorales, Plan Primer Trabajo. Durante los primeros cinco años, los jóvenes no pagarían aportes patronales, tampoco los empleadores contribución patronal.
Es claro que bajando el costo laboral se crearían más oportunidades de empleo para quienes ingresan al mercado laboral. Sin embargo, ello no incrementaría la probabilidad de que se desarrollen con éxito. Esta nota propone una estrategia educativa que sería un complemento ideal para el potencial plan, en consonancia con el mensaje del papa Francisco por facilitar la inserción laboral de los jóvenes provistos del capital humano específico requerido para desarrollarse exitosamente: el sistema de educación dual alemán.
En el sistema de educación dual los estudiantes pasan muchas horas de su tiempo adquiriendo experiencia laboral en empresas, aun antes de su graduación de la escuela secundaria. Conforme van pasando los años, el estudiante incrementa el tiempo en la empresa y reduce el tiempo en la escuela, para lograr de esa forma incorporarse al proceso productivo con capital humano específico. Usualmente, los aprendices reciben durante este período un salario cercano a un tercio del que percibe un trabajador al inicio de su carrera. Por supuesto, las empresas que participan cuentan con incentivos financieros del Gobierno.
En la Unión Europea más de cinco millones de jóvenes de menos de 25 años se encuentran sin trabajo, la tasa de desempleo en España y Grecia alcanza al 50% de este grupo de edad. Tanto España como Grecia, al igual que Italia, Portugal, Letonia y Eslovaquia han buscado mejorar la transición de la escuela secundaria al mundo profesional, centrando su atención en el sistema dual.
El interés se ha extendido más allá de Europa; ejemplos de ello son China, India, Rusia y Vietnam (quienes han firmado acuerdos de cooperación con Alemania), y el estado de Minnesota, en Estados Unidos. En dicho estado se sancionó en 2014 una legislación denominada Minnesota Pipeline (por las siglas en inglés de inversión privada, educación pública y experiencia laboral e industrial), a partir de la cual las empresas crean puestos de aprendices y les pagan a quienes se desempeñen en ese cargo un sueldo, mientras que el Estado provee los fondos para la educación de los jóvenes, quienes, en este caso, ingresan al programa con la escuela secundaria terminada.
Es claro, como bien resalta Dieter Euler, en un trabajo publicado por la Fundación Bertelsmann en 2013: “No se trata de transferir al pie de la letra el sistema de formación alemán. La experiencia demuestra que la formación dual en Alemania puede servir de modelo, pero no de patrón. Quien desee transferir a su país un sistema de formación extranjero debe tomar en consideración las condiciones generales existentes y orientar la formación profesional dual de acuerdo con sus propios objetivos educativos, sociales y económicos”.
¿Por qué no pensar en una adaptación del sistema dual a nuestra realidad, para facilitar a miles de jóvenes no tan sólo incorporarse a la sociedad productiva, como podría lograrse mediante los incentivos del Plan Primer Trabajo, sino también permitir que adquieran el capital humano que les permita desarrollarse exitosamente? Es razonable considerarlo.