Por: Eduardo Amadeo
La intensidad de la agenda que está organizando el presidente Mauricio Macri para su viaje a Davos es una señal del enorme campo internacional que se la abre a la Argentina luego de años de aislamiento.
Desde las oportunidades de inversión hasta las negociaciones comerciales, desde el complejo panorama de las Américas hasta nuestro lugar en el sistema multilateral, desde el terrorismo y el narcotráfico hasta el medio ambiente, todo está para ser conversado.
Argentina es un país importante por su tamaño y su producción, pero puede ser mucho más relevante si se lo propone. Nuestro continente está en un proceso de cambio muy trascendente. Venezuela y Cuba son temas de todos. El crecimiento de la Alianza del Pacífico abre nuevas oportunidades de integración, pero debe insertarse en un proceso equilibrado con un Mercosur en el que la crisis brasileña genera un problema complejo. Estas cuestiones importan a Estados Unidos, pero también a todos los países que necesitan una América Latina estable y en crecimiento previsible, a lo que Argentina puede contribuir.
Nuestro aislamiento en la lucha contra el narcotráfico (prácticamente todos los especialistas en drogas de las embajadas en Buenos Aires se retiraron en los últimos años) fue concurrente con un discurso ambivalente frente al terrorismo fundamentalista. Mostrar voluntad de protagonismo en el sistema multilateral en estos temas abrirá puertas que repercutirán positivamente en muchos nuevos espacios.
Nuestra relación con China y Rusia, que el Gobierno quiere repensar, es también parte del diálogo con nuestros socios y amigos occidentales. Todo se conecta con todo.
El vínculo con la Unión Europea tiene mil facetas que están anestesiadas, al igual que con los Estados Unidos; al punto que los programas bilaterales de cooperación habían quedado reducidos a su mínima expresión. Basta pensar lo que significa en cooperación tecnológica (y de negocios) el cambio de la matriz energética y de transporte que nuestro país necesita, o las oportunidades de cooperación en el Atlántico Sur, para entender por qué una Argentina confiable es un interlocutor deseable en Davos.
Nuevamente, porque todo se conecta con todo, las posibilidades de financiamiento coyuntural que alivien la caja del Banco Central (BCRA) aumentarán con una agenda amplia de diálogos y coincidencias en temas múltiples.
Brasil usó inteligentemente el enorme valor que agregó a su producción primaria durante los últimos 20 años como una palanca para su relevancia internacional. Argentina puede multiplicar ese modelo si logra que el mundo vuelva a creer en nosotros. Y si pensamos en valor agregado intelectual, el campo es enorme. Macri tiene para mostrar a sus interlocutores un sinnúmero de proyectos exitosos logrados por argentinos innovadores en todo el mundo.
Uno de los aspectos más interesantes de la propuesta del presidente Macri es que la preocupación por la coyuntura va de la mano con la estrategia de cambio estructural, introduciendo la idea de calidad en la inversión pública y privada. Ya no se trata sólo de decir cuánto se invierte, sino con qué resultados se planifica y opera, en un contexto macroeconómico ordenado y previsible. La diferencia de este modelo con el que el mundo vio operar durante los últimos 10 años es una fuente de seducción no menor para el diálogo.
No nos caben dudas de que el diálogo en Davos será exitoso. Lo anticipan las visitas anunciadas de los presidentes de Francia y Estados Unidos y la expectativa que muestran los comentarios de los medios periodísticos más respetados.
Pero el cambio más importante será mostrar un Gobierno que está convencido de que lo internacional y lo local son sinérgicos y no conflictivos, y aprovechar los frutos de esta nueva manera de relacionarnos con el mundo.