Aunque es difícil predecir el curso exacto de la actual transición en el liderazgo de Venezuela, es casi seguro que el presidente Hugo Chávez se irá en las próximas semanas o meses. Su partida tendrá un impacto no sólo en Venezuela, sino también en la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA), el bloque regional que Chávez fundó para promover su visión del socialismo bolivariano. Mientras que la sabiduría convencional asume que esos impactos serán en su mayoría negativos, este no es necesariamente el caso. De hecho, otro resultado es posible: un rejuvenecido ALBA podría tomar forma, centrado en una nueva coalición de pragmáticos y reestructurado en torno a la cooperación económica con China.
El vicepresidente Nicolás Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello -cualquiera de los cuales podría suceder a Chávez en el corto plazo- tratarán de mantener el status quo en Venezuela durante el mayor tiempo posible. Pero el cambio llegará rápidamente una vez que la muerte de Chávez sea reconocida oficialmente. El requisito constitucional de que las elecciones se realicen dentro de los 30 días de la muerte del presidente no sólo es jurídicamente inequívoco, sino que se ha convertido en una piedra angular del debate actual. La élite gobernante venezolana puede ser totalmente corrupta, pero son pragmáticos; probablemente apostarán a permitir unas elecciones que, por el control de la maquinaria del Estado, son menos riesgosas que hacer caso omiso de la exigencia, dado el poder militar cuyo hito durante las crisis siempre ha sido su responsabilidad en defender la Constitución.
La violencia generalizada, ya sea espontánea u orquestada, siempre podría hacer fracasar las elecciones; sin embargo, los incentivos para buscar la legitimidad a través de las urnas son fuertes, tanto para los partidarios de Chávez como para la oposición.
Prácticamente cualquier vencedor de estas elecciones probablemente siga un curso centrista. Henrique Capriles, el probable candidato opositor a la presidencia, podría hacerlo por convicción, aunque ningún opositor victorioso se enfrentaría a una Asamblea Nacional dominada por chavistas. Por otro lado, si el candidato chavista -probablemente Maduro, pero posiblemente Cabello- gana, necesitará ratificar su legitimidad y podría cultivar aliados en la oposición como una cobertura contra rivales chavistas.
Para cualquier gobierno post-Chávez, una opción tentadora para liberar recursos para atender las necesidades nacionales y electorales sería cortar el financiamiento a bajo interés para el petróleo que se vende bajo los auspicios de Petrocaribe, un acuerdo de cooperación energética del Caribe que ha transferido 12 mil millones de dólares en petróleo subsidiado a sus 18 países miembros desde 2005. La pérdida de los subsidios al petróleo podría llevar a la salida de Petrocaribe de Estados caribeños como Dominica, si bien los regímenes comprometidos como el del presidente de Surinam Desi Bouterse probablemente se mantendrían dentro.
El sucesor de Chávez también podría apuntar al ALBA para recortar fondos, aunque el simbolismo del bloque como legado político de Chávez probablemente inhiba a un presidente venezolano para desfinanciarlo totalmente.
En un pequeño ALBA, sin la personalidad dominante de Chávez, la voz del presidente de Ecuador, Rafael Correa, ganaría protagonismo, elevando su enfoque más intelectualmente coherente y con una mejor estrategia para captar recursos chinos en un nuevo modelo para el sostenimiento de ALBA como bloque. La 12ª Cumbre del ALBA, que está programada para principios de 2013 pero probablemente se retrasará debido a la condición de Chávez, podría servir para poner en marcha esta transición.
Desde 2009, Ecuador ha recibido casi 8 mil millones de dólares en préstamos de China y los utilizó con relativa eficacia para transformar la infraestructura nacional energética, en particular con cuatro nuevos e importantes proyectos hidroeléctricos y una refinería de 12 mil millones de dólares, así como para hacer grandes mejoras en la infraestructura vial ecuatoriana. Correa también ha utilizado las empresas chinas tanto para ser la punta de lanza de la inversión minera, como para desarrollar el sector petrolero junto a empresas occidentales.
Es este tipo de uso efectivo del capital chino lo que el ALBA en su conjunto necesita para sobrevivir a la disminución de la financiación venezolana. Y el ALBA proporcionará a Correa la arena que necesita para llenar el vacío de liderazgo que Chávez dejará.
El momento es también el correcto, con proyectos chinos floreciendo en todo el bloque, incluido el lanzamiento de un satélite, una nueva refinería y un posible proyecto de canal en Nicaragua de 30 mil millones dólares, otro lanzamiento de satélites, así como proyectos hidroeléctricos, petroleros y mineros en Bolivia, e inversiones en carreteras, madera y aceite de palma en Surinam.
Aprovechando el superávit de China y su preferencia por la administración previsible, competente, Correa podría ser decisivo en la obtención de más recursos chinos para los miembros del ALBA, con proyectos interrelacionados que promueven una mayor integración del bloque. Uno podría imaginar, por ejemplo, el apoyo financiero chino para transformar el Sucre, el medio de intercambio adoptado por el ALBA en 2010, en una verdadera moneda común, o una arquitectura de telecomunicaciones del ALBA aprovechando los satélites de Venezuela, Nicaragua y Bolivia, fabricados y lanzados por China, e infraestructura de fibra óptica y celulares construida por las empresas chinas de telecomunicaciones Huawei y ZTE. Del mismo modo, La producción de petróleo venezolano con financiamiento chino, el nuevo canal de Nicaragua y la refinería de Ecuador podrían trabajar en conjunto para suministrar petróleo a los mercados chinos.
La puesta en práctica de esta visión se complementaría con un nuevo “núcleo de pragmáticos” dentro del ALBA, que apoye soluciones funcionales mixtas de mercado, incluyendo al presidente Daniel Ortega en Nicaragua, Bouterse en Surinam y, probablemente, el sucesor de Chávez en Venezuela.
Los ingresos de petróleo de Venezuela seguirán dándole una voz importante en el nuevo ALBA, con la posición fiscal del país probablemente fortaleciéndose mediante una mayor participación del sector privado y la mejora de la gestión de la petrolera estatal PDVSA que pueden acompañar a un pragmático gobierno post-Chávez. Los chinos aún podrían invertir más en esa Venezuela, tal vez acelerando las inversiones prometidas al tiempo que PDVSA logre más de su parte.
Mientras los analistas de la región reflexionan sobre el colapso del movimiento socialista bolivariano, es prudente considerar en cambio la posibilidad de que la salida de Chávez podría ser el origen de un movimiento de recentramiento y rejuvenecimiento de manera que refuerce el pragmatismo recién descubierto, al tiempo que fortifique la posición estratégica de China en la región.
Traducción: Infobae.com