Por: Fernanda Kobelinsky
El presidente venezolano busca seducir al sector tradicionalmente adverso para las elecciones municipales del 8 de diciembre. Quiere que los que viven un poquito mejor que el núcleo duro chavista, ese que está atado al subsidio, se decida por su modelo.
“Soy el primer presidente obrero de Venezuela y quiero ser el protector de la clase media”, dijo cuando anunció la regulación de los alquileres comerciales. El bolivariano sabe que con el gran empresariado venezolano no puede. En ese sector, el odio ya es visceral. Pero con los pequeños comerciantes, ahí sí vio un nicho.
Este lunes, en el mismo camino, anunció una reducción drástica en el precio de los vehículos. El gobierno regulará la compraventa de autos nuevos, pero también de los usados. En sus mensajes, Maduro habla de la familia trabajadora que aparta dinero para un coche, pero que cuando quiere comprar uno usado, el precio triplica lo deseado. “Le roban a la clase media”, denunció.
Maduro tiene una contienda complicadísima el 8 de diciembre. Las elecciones municipales son tan complejas como aburridas para los votantes. Ya en abril pasado, en las presidenciales, vio cómo cerca de un millón de votos chavistas migró hacia las urnas de la oposición. En ese entonces, su discurso era el residual de la muerte de Chávez. El centro de atención estaba en el líder muerto y en esa masa popular que lo arropaba camino al más allá.
En estos últimos días, entendió que no alcanza. Ahora necesita que la clase media vote chavista…. Incluso podría servirle la abstención. Lo que sabe es que tiene que evitar el voto bronca. Busca cambiar su imagen en esa franja de la sociedad… le alcanza con que no lo odien.
Capriles, el principal jefe antichavista de Venezuela, se puso al hombro la campaña opositora. Recorre kilómetro por kilómetro del país para convencer que aún puede haber un cambio. El gobernador de Miranda también se juega el futuro. Lleva dos elecciones catalogadas de derrota digna, una tercera difícilmente puede ser vendida como triunfo sin desmoralizar.
Venezuela está, de nuevo, metida en un proceso electoral complejo, en el que el oficialismo está gastando hasta lo que no tiene para seducir votantes. Mientras, la inflación continúa creciendo (más del 70% cuando se trata de alimentos básicos), el dólar paralelo es un 900% más caro que el oficial e ir al supermercado es una película de terror. Es cierto que el petróleo funciona como tabla de salvación, pero ¿por cuánto tiempo los mantendrá a flote?