Por: George Chaya
El régimen sirio está intentado regresar a la vieja estrategia colonial fancesa para mantenerse en el poder. Tal programa, como lo hizo Francia en su tiempo, avanza sobre el control de distintas regiones del país aun contra la voluntad y los deseos de la mayoría de su gente.
Esta metodología fue utilizada por el poder colonial en directa intención de balcanizar la Gran Siria mediante la política del “divide y vencerás”, y se basa en promesas de entregar mini-estados a las minorías religiosas. El hecho de que el presidente francés de aquellos años, Alexandre Millerand, era un socialista, o que Francia fuera un Estado laico, no fue un obstáculo. El presidente Bachar al-Assad piensa que -hoy- tampoco lo será para él.
¿Y qué fue lo que la Francia colonial empleó como estrategia en su accionar?
El elemento primordial que conformó su estrategia fue que la administración colonial concentró sus recursos en el control de lo que se denomino la “Syrie utile”, es decir, la “Siria útil”. El concepto excluía gran parte del territorio sirio, principalmente la parte desértica escasamente poblada. En su lugar, se hacía hincapié en el valor de la franja costera entre Damasco y el Mediterráneo más Alepo -la ciudad más poblada del país- y dos carreteras principales que conectan a Siria con Líbano en el sur y con Turquía al noreste. A lo largo de la lucha nacional por la independencia de Siria, los franceses siguieron esa receta con mucho celo. Sin embargo, al final, no pudieron aplicar tal programa en el resultado que perseguían. Ellos fracasaron en su cometido.
Hoy en día, el régimen de Assad está tratando de caminar los mismos pasos que los colonialistas franceses. El presidente sirio ordenó a sus fuerzas militares retirarse de grandes porciones de territorio para concentrar sus recursos en “la Siria útil”. El vacío que esto ha creado ha favorecido la aparición de una docena de grupos yihadistas armados que dominan territorio sirio desde el suroeste hacia el noreste.
De acuerdo con las estimaciones más optimistas, el régimen de Assad tiene el control de alrededor del 30 por ciento del territorio sirio. El porcentaje de la población que vive en este segmento sigue siendo un tema de especulación, las estimaciones varían entre el 30 y el 50 por ciento. Parte de la discrepancia se debe al hecho de que muchos sirios registrados como refugiados en Líbano, Jordania y Turquía, pasan gran parte del tiempo cerca de sus antiguos hogares produciendo un reflujo, por lo que el efecto de esa marea humana hace que sea difícil estimar el número de personas presentes en una localidad u otra en un momento dado.
La estrategia colonial francesa incluía también una táctica importante, y ello fue el reclutamiento de policías y militares entre las minorías religiosas y étnicas, empleando una serie de programas engañosos.
Aunque con el alarde de su identidad “laica y republicana”, la Francia colonial se arrogó el papel de “protectora de los cristianos en el Levante”. El Estado francés financió el envío de decenas de misioneros cristianos a Siria; así, animo la enseñanza del cristianismo en muchas escuelas. Algo curioso pues ello estaba prohibido en la propia Francia.
Los franceses cortejaron a la comunidad nusairi, más tarde rebautizada alauita -y que no debe confundirse con los alevitas de Turquía- con la promesa de un mini-Estado en una franja de la costa a lo largo del Mediterráneo. Algunos nusairis, incluyendo el abuelo de Bashar Al-Assad, creyeron en el engaño francés sin entender que estaban siendo estafados y se convirtieron en fervientes defensores de la dominación francesa como colaboradores de los colonialistas. Cuando todo el engaño salió a la luz, en Beirut se hizo famoso aquel dicho libanés que sostiene: “Cree en una bandada de pájaros aunque no sepas de donde vienen en su vuelo, ellos alegrarán tu día con sus trinos. Pero jamás creas en una patrulla francesa o en un ejército que venga de París, ellos solo amargarán tu vida con su brutalidad e ignorancia”.
Los franceses también cortejaron a los kurdos, una importante minoría étnica en el noreste de Siria. Para ello crearon un instituto que supuestamente estimularía el estudio de su cultura y les permitieron libre circulación a través de las fronteras de Turquía e Irak. Otras minorías, incluidos los drusos y los turcomanos, también fueron seducidos por Paris cayendo en la trampa de distintas maneras, principalmente con las invitaciones a sus líderes para visitar Francia y enviar allí a sus hijos para educarlos en las escuelas francesas de gran reputación en ese momento. Todo esto sucedió con la advertencia francesa que, a menos que cooperaran con el gobierno colonial, las minorías sirias se enfrentarían al exterminio a mano de la mayoría musulmana sunita. Para asegurarse que el mensaje se había extendido en todo el territorio, los franceses sobornaron a varios líderes de distintas comunidades y exigieron que los hombres jóvenes de las minorías se incorporaran como voluntarios para servir a Francia. Aunque en la práctica, muchos de estos jóvenes eran detenidos por patrullas francesas de reclutamiento y obligados, por la fuerza, a unirse a la policía y el ejército colonial.
En documentos desclasificados en 2007 sobre la ocupación Siria bajo el mandato de Francia se documenta la violencia que el poder colonialista francés utilizo para mantener el control político con la ayuda de reclutas de las minorías colaboracionistas.
Hoy en día, el régimen de Assad está utilizando una estrategia similar tratando de promover una “coalición de minorías” mediante el temor hacia el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) -Daesh en árabe-, exactamente igual a como los franceses lo hicieron antes generando miedo hacia la mayoría sunita. El hecho de que el Daesh haya asesinado a más musulmanes sunitas y destruido muchos pueblos musulmanes sunitas está convenientemente ocultado y olvidado por el régimen sirio. Por lo tanto, somos testigos de un extraño espectáculo en el que ISIS y Assad son socios en una “paix de la mort”.
Cristianos, drusos y turcomanos están denunciando en la comunidad internacional que las patrullas de reclutamiento del régimen incluyen hombres armados del Hezbollah libanés e instructores militares iraníes que están forzando a algunos jóvenes a unirse a la maquinaria militar represiva de Assad, quien todavía se mantiene respaldado por Moscú y Teherán.
En realidad, el uso de las minorías como soldados de infantería de gobiernos imperiales no es nada nuevo. El ejército de Jerjes -que saqueó Atenas- incluyó muchos reclutas de las minorías del Imperio Persa. En Roma, Escipión utilizó soldados de Hispania y África en su exitosa campaña contra los cartagineses dirigidos por Aníbal. Desde el reinado del emperador Augusto en adelante más de la mitad de las legiones romanas estaban formadas por reclutas de las minorías conquistadas. Más recientemente, el Imperio Británico en la India dependía en gran medida de los reclutas de minorías musulmanas y sikhs, por no hablar de los nepaleses “gurkhas” (en árabe: hacedores de tumbas). El gobierno francés creó la Legión Extranjera para reclutar en todo el mundo criminales y delincuentes despiadados, mientras que Leopoldo, el rey belga, construyó su imperio africano con un ejército de asesinos y mercenarios procedentes de 30 nacionalidades diferentes.
Sin embargo, una de las lecciones que la historia nos enseña, es que incluso los ejércitos mejor entrenados, si se constituyen en gran parte de minorías, no pueden evitar la desaparición de un sistema impuesto en contra de los deseos de la mayoría. Y el irrefutable ejemplo de ello, ha sido que a pesar de disponer del monopolio de las armas más modernas en su tiempo, los británicos finalmente fueron forzados a abandonar su imperio en la India. Del mismo modo el imperialismo francés no pudo controlar Siria ni Líbano y, más tarde, debió realizar masacres masivas para mantener temporalmente el control de Argelia a pesar del reclutamiento masivo de los sanguinarios harkis. Por lo mismo, es improbable que el presidente Assad y sus socios de Teherán y Moscú puedan lograr su cometido en Siria.
No obstante, al jugar el siniestro juego de enfrentar diferentes comunidades unas contra otras, podrían producir un nuevo marco de resentimiento, venganzas y odio tribal de cara al futuro de Siria, si es que los sirios tuvieran finalmente la posibilidad de librarse de Assad. Y ello haría muy difícil restañar las heridas entre las comunidades, al menos en la primera fase de su reordenamiento nacional de una era post Assad.
Lo cierto es que la guerra en Siria no es entre comunidades mayoritarias y minoritarias. Es una guerra de todos los sirios que desean vivir en libertad y dignidad contra un régimen de la minoría que dice ser socialista, pan-árabe y secular. Sin embargo, ese mismo régimen está jugando un juego -por excelencia- colonialista y represivo a imagen y semejanza de sus antiguos amos extranjeros.