Por: George Chaya
El incumplimiento de Grecia con los pagos al Fondo Monetario Internacional y varias organizaciones financieras supranacionales, lejos de incentivar el rendimiento de la suba de sus bonos como país, podría significar lo que se ha venido anunciando los últimos cinco años y, finalmente, generar su salida de la zona euro, con el temido efecto dominó no solo dentro de Unión Europea (UE), sino a nivel mundial.
¿Y qué significa esta nueva tragedia griega? Básicamente es el equivalente a que Grecia ha decidido -a través de un discurso gubernamental más cercano al Mayo francés del siglo pasado que a los tiempos que transitamos en el siglo XXI- quedar fuera del mundo, con prescindencia del controversial que manifiesta el referéndum y sus resultados.
Será muy difícil para el gobierno helénico revertir esta crisis que hipotecará varias generaciones de sus ciudadanos. Con una deuda real de 342.000 millones de euros y un PBI de 17 % anual (menor al de la comunidad de Madrid) es casi imposible que ello suceda. No alcanzó la “buena voluntad ni el temor” de otros países de la zona euro en verse arrastrados por la crisis. Las negociaciones de los últimos cinco años han sido la muestra más acabada de los errores y los manejos groseros de la UE y su carencia de liderazgo.
Lo que debemos preguntarnos hoy es: ¿que esperará la señora Merkel ahora? El desplome griego no solo generará una brutal implosión en la economía de un país sostenido artificialmente, sabiendo los organismos de crédito que Grecia no honraría sus obligaciones a nombre de posiciones ideológicas que escondían su inoperancia e ineptitud en el manejo de sus finanzas, al tiempo que contaba con el aplauso de gurúes liberales-nacionalistas, cuasicomunistas que felicitaban y se felicitaban desde posiciones izquierdistas anacrónicas e irresponsables que muy bien representa un burgués que funge de primer ministro.
Cualquiera sea la salida de Grecia en este desaguisado, ya nada volverá a ser igual en la Unión Europea. Las obligaciones y las deudas se honran afrontándolas y pagándolas. El gobierno griego no entendió que en el mundo de hoy las ideologías no juegan ficha y se manejó irresponsablemente, puso en juego la estabilidad y la paz social.
Tampoco los griegos entendieron lo señalado en su tiempo por el expresidente estadounidense Bill Clinton en su célebre frase: “Es la economía, estúpido”, a lo que agrego: “Los países no son amigos ni enemigos, son socios”, y quien no entiende el juego se cae del globo.
Infortunadamente, Grecia no quiso o no supo comprender eso y ha construido su propia debacle con banderas e ideas que su gobierno enarboló y defendió, pero no reparó en que lo hacía desde una ideología perversa que ha hundido en la miseria y la postergación a muchos pueblos en el devenir de la historia, y lo mismo con sus banderas, que al final del día acaban siendo trapos que mucho cínico inventa y demasiados necios hacen flamear.