Por: Guido Carlotto
Todavía estoy conmocionado. Emocionado. La recuperación de Guido es la culminación de una vida de lucha. Una recompensa para el alma. Una reparación.
Pero en esto hay una dimensión que excede largamente lo individual. Incluso que supera el ámbito de nuestra familia. Es que la restitución de la identidad de Guido, el hijo de mi hermana Laura, asesinada por la dictadura cívico-militar después de dar a luz a mi sobrino, es una conquista colectiva.
Durante estas horas frenéticas pero maravillosas hemos comprobado que los valores que guían la militancia de las Abuelas, y que constituyen la política de Memoria, Verdad y Justicia, están instalados en el corazón de los argentinos.
Las Abuelas son una expresión de nuestro pueblo. Y no podemos negar que la dictadura cívico-militar también fue un emergente de la sociedad. Pero ellos, los militares y sus socios y cómplices, se impusieron a base de terror y exterminio. Como contrapartida, la lucha de Abuelas y de los organismos se estructuró en el amor, en el respeto, en la fuerza de las convicciones.
El éxito inobjetable de esos valores quedó confirmado en la alegría colectiva que despertó la aparición de Guido.
Es que la permanencia en el tiempo habla del temperamento y la virtud de las Abuelas. Pero el acompañamiento masivo da cuenta de madurez y de crecimiento social a través de los años. Que la aparición de Guido se viva de manera tan intensa y tan emocional como un gol de Messi en el Mundial, no es otra cosa que la confirmación de una conciencia colectiva que se sostiene en los valores constitutivos de la política de Memoria, la Verdad y la Justicia.
Ninguna restitución de un nieto es más importante que otra. Pero esta tiene un componente simbólico que nos atraviesa y que renueva un mensaje importante: es posible sostener una lucha durante mucho tiempo, ser consecuente con los ideales y los valores que la configuran, y conseguir lo buscado sin bajar ninguna bandera y sin agredir a nadie.
Esperamos e imaginamos este momento durante más de 36 años. Para mí, a partir del 5 de agosto de 2014 la vida es distinta; estoy agradecido haber vivido para llegar a este día y decirle a mi hermana Laura que la lucha valió la pena, y que hemos ganado porque Guido está con nosotros junto a los otros 113 nietos. Y sobre todo, hemos ganado porque para encontrar a los que faltan, contamos con el acompañamiento de una sociedad que decidió que este es el camino correcto.