Por: Iván Carrino
El martes se publicó y difundió un nuevo Índice de Libertad Económica elaborado por la fundación Heritage en conjunto con el diario Wall Street Journal de los Estados Unidos. En el Índice 2014 (que considera la segunda mitad de 2012 y la primera de 2013) la Argentina se ubicó en el puesto 166, cayendo 6 puntos respecto de la edición anterior.
Según Heritage, la libertad económica es “el derecho fundamental de todo ser humano de controlar su propio trabajo y propiedad. En una sociedad económicamente libre, los individuos son libres de trabajar, producir, consumir e invertir en todo lo que quieran”. En este sentido, el índice mide algunos conceptos que intentaremos poner en términos sencillos:
Imperio de la ley (derechos de propiedad y corrupción): supongamos que una persona, llamémosle Juan, quiere comenzar un emprendimiento. A Juan le será más fácil hacerlo si el gobierno no pone excesivas trabas burocráticas. Por otro lado, una vez comenzado el emprendimiento, Juan será más libre si no corre riesgo de sufrir expropiaciones o si el gobierno le deja comprar y vender a quien quiera y a los precios que desee. Por otro lado, si Juan tiene que pasar por un sinfín de “peajes y colaboraciones extras” para “aceitar trámites”, por ejemplo, el uso de su propiedad y trabajo se verá restringido, y su moral, dañada.
Gobierno limitado (libertad fiscal, gasto público): si Juan vive en un país en el que el gobierno gasta por encima de sus posibilidades, tendrá menos libertad económica. ¿Por qué pasa esto? Porque el gobierno puede financiarse de tres formas: o cobra impuestos o se endeuda o le pide al banco central que emita moneda. Esto quiere decir que un país con alto gasto público, Juan deberá pagar más impuestos, sufrir las consecuencias de una deuda que pueda convertirse en insostenible o padecer altos niveles de inflación.
Eficiencia en la regulación (libertad empresaria, libertad laboral y libertad monetaria): en un país libre, Juan podrá emprender libremente sin trabas burocráticas. Sin embargo, si el país sufre el síndrome de la hiperregulación, el comienzo de nuevas actividades productivas será cada vez más costoso. Por otro lado, si Juan fuera un ciudadano que buscara trabajo, la mayor cantidad de regulaciones laborales complicaría esta búsqueda, ya muchas veces funcionan como barreras de ingreso al mercado laboral. La eficacia en la regulación, también hace referencia a la “libertad monetaria”. Esto quiere decir que si el gobierno gasta más de lo que gana y para financiarse acude a la impresión de billetes del banco central, la moneda de Juan perderá progresivamente poder de compra, lo que terminará empobreciéndolo sin que él haya tomado ninguna mala decisión económica.
Apertura comercial (libertad de comercio, libertad de inversión, libertad financiera): ahora supongamos que Juan quiere comprar un insumo para su emprendimiento que se consigue muy barato en otro país. Supongamos que el gobierno decide arbitrariamente prohibir esa compra, ¿está Juan disponiendo libremente de su trabajo y propiedad? Supongamos ahora que Juan desea comprar dólares o alguna otra moneda extranjera para ahorrar y escapar de la inflación. Si el gobierno prohíbe arbitrariamente esta transacción ¿está Juan disponiendo libremente de su trabajo y propiedad? Como se ve, los anteriores son parámetros distintos para medir la capacidad de los individuos de un país para tomar decisiones económicas en libertad. En Argentina, el conjunto de estos dio, como en años anteriores, un mal resultado.
Cuando la libertad se pierde
Cuando los ciudadanos no pueden ejercer el derecho fundamental de controlar su trabajo y su propiedad, comienza a caer el incentivo para producir e invertir. En un sistema tal, los únicos que se arriesgan son los que tienen algún contacto con el gobierno y que, gracias a él, se aseguran privilegios que garantizan que su inversión no será tocada. Sin embargo, este será siempre un grupo reducido en relación con lo que pasaría si el país fuera económicamente más libre.
Como consecuencia, cae la producción y la inversión busca mejores destinos, lo que deja al país con un capital fijo (infraestructura eléctrica, vías férreas, rutas, antenas de celulares, tecnología en general) que no crece al ritmo que debería y que se consume hasta que, finalmente, no aguanta más.
Por otro lado, las empresas deciden operar en otros destinos, dejando al país con pocos contratantes, lo que presiona hacia abajo el salario real de los trabajadores, condenando a la pobreza a grandes porciones de la población.
Casos extremos de ausencia de libertad económica son la Unión Soviética, cuyo famoso muro cayó derribado a golpes por sus propios ciudadanos, y Cuba, donde la miseria y el atraso son el pan de cada día. Del otro lado está Hong Kong, donde las pocas trabas transformaron una pequeña península sin recursos en una potencia económica cuyos ciudadanos gozan de uno de los estándares de vida más altos del planeta.