Por: Iván Carrino
Un respirador artificial es, según Wikipedia, una “máquina diseñada para mover aire hacia dentro y fuera de los pulmones, con el fin de suplir el mecanismo de la respiración de un paciente que físicamente no puede respirar”. Como se lee, se trata de una herramienta vital para tratar a pacientes que corren riesgo de vida.
Ahora bien, una vez que el paciente supera ese proceso, asumiendo que así lo hace, el respirador artificial deja de ser importante. De hecho, una buena noticia para el paciente, los familiares y el equipo médico llega el día en que dicho respirador deja de ser utilizado. Así, podemos coincidir en que lo bueno es dejar de utilizar respiradores artificiales, no comenzar a hacerlo.
Si trasladamos este análisis a la economía argentina, sin embargo, vemos que está sucediendo precisamente lo opuesto. Recientemente, como medida de apoyo a las pequeñas y medianas empresas, el Gobierno anunció la extensión de líneas de crédito con tasas negativas con respecto a la inflación. Además, el banco público BICE, de Inversión y Comercio Exterior, se comprometió a otorgar siete mil millones de pesos en créditos para microempresas y empresas medianas. Ambas medidas constituyen un primer respirador artificial, destinado en este caso al sector pyme.
Otra noticia que se conoció en la semana fue que la cadena internacional McDonald’s y el Gobierno nacional se unieron en un plan para generar empleo joven. La cadena de comidas rápidas se comprometió a contratar cinco mil nuevos empleados de entre 18 y 23 años. A estas incorporaciones se les pagará un salario de 4.500 pesos, mil de los cuales los aportará el Gobierno nacional. Si bien el monto del aporte es simbólico, también constituye un nuevo respirador artificial, destinado esta vez al mercado laboral.
Finalmente, hace un tiempo, el propio Presidente anunció que no se iban a abrir las importaciones porque debía cuidarse el empleo. Más allá del debate sobre si el desempleo efectivamente crece con la apertura comercial, es importante destacar que el cierre comercial también representa un respirador artificial, esta vez ofrecido a todo el sector de fabricantes que podrían competir en precio y calidad con los productores extranjeros.
Ahora, en momentos en que se está dando un cambio en la política económica, cabría preguntarse si lo que necesitamos son más o menos respiradores artificiales.
En el año 1913, nuestro país se ubicaba en la novena posición en términos de PBI per cápita. Según datos del Banco Mundial, en la actualidad no formamos parte ni siquiera de los primeros cincuenta. La decadencia relativa al resto de los países se dio en paralelo con el abuso del respirador artificial del intervencionismo. Subsidios, controles de precios, regulaciones del mercado laboral y cierre al comercio han sido constantes en la política económica de, por lo menos, los últimos sesenta años. Los resultados están a la vista.
En este sentido, entiendo que si realmente queremos que en nuestro país haya un cambio, lo primero que tiene que suceder es que los sectores productivos se acostumbren a vivir sin el respirador artificial que propone el Gobierno.
En definitiva, ya tendríamos que haber aprendido que se trata, en el mejor de los casos, de un alivio de corto plazo, pero que, a largo plazo, sólo terminará perpetuando nuestra decadencia.