El camino correcto

Iván Weigandi

Para analizar si un país desarrolló su industria en un período dado no alcanza con comparar una simple variable. Es necesario contextualizar la situación regional y mundial, como así los momentos a contrastar.

El crecimiento experimentado desde el 2003 en Argentina es innegable: sólo en 11 años, el PBI creció un 105%, mientras que en los 25 años del Modelo de Valorización Financiera -entre 1976 y 2001- apenas un 43%. Entre 1993 y 2001 el PBI Industrial cayó un 26% (sin contabilizar la contracción del 11% que genero la megadevaluación del 2002). Desde entonces, el Producto Industrial creció más de 103% y, si bien hoy en día su participación sobre el PBI es similar, hace falta profundizar el análisis antes de afirmar si existió un proceso de industrialización o no.

En los mismos años la industria de Brasil creció sólo un 39%; menos de la mitad; y la participación de ésta en el PBI cayó 2 puntos porcentuales. En Europa el panorama no es muy diferente: a fin del milenio anterior, la participación de la industria era del 18%, mientras que hoy ronda el 15%.

Los precios internacionales de los alimentos siguen muy por arriba de sus valores históricos. En el primer trimestre de este año, factores climáticos y geopolíticos han mermado la oferta y llevado sus precios al alza. Esto ha generado una tendencia dominante hacia la reprimarización de las exportaciones en la región, frente a lo que Argentina se presenta como excepción. La participación de las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) en marzo de 2014 es del 37% como el principal componente de las exportaciones.

Ante la continua reducción de los estímulos de la Reserva Federal de Estados Unidos, y la ya anunciada suba de la tasa de interés, se espera una apreciación del dólar con respecto al resto de las monedas, y con esto la partida de los fondos especulativos que no sólo inflan los mercados a futuro de los commodities, sino que explican muchos de los superávits financieros de la región, la paradoja de sumar reservas internacionales y deudas para con el mundo al mismo tiempo.

He aquí el gran desafío regional: ¿cómo sostener el crecimiento ante los cambios en la liquidez mundial y una caída de los precios de los commodities? Ante esto, Argentina, por no haber abandonado el fomento industrial, se encuentra mejor posicionada. Esto no quiere decir que el contexto mundial no vaya a presentarse como problemático y condicione a nuestro país en el marco de economías globalizadas e interdependientes, pero sí permite sostener una posición con mayor autonomía relativa frente a estos exógenos coletazos económicos.

En lo que respecta a la balanza comercial, las continuas reuniones con Brasil, principal socio, para equilibrar el comercio bilateral y en especial el sector automotriz, resultan clave. Y en una óptica más amplia, la implementación del Programa de Aumento y Diversificación de Exportaciones (PADEX) que propone incrementar las ventas hacia destinos tradicionales, en consonancia con los signos de recuperación de la Eurozona y de los niveles de empleo y de actividad de Estados Unidos, merece también una especial atención. Ambas medidas tienden a fortalecer la exportación de matriz industrial.

Pero, sin dudas, el pilar fundamental del crecimiento en los últimos once años ha sido el mercado interno. La continua creación de empleo denota también un fomento industrial. Según la Encuesta de Indicadores Laborales del Ministerio de Trabajo, el índice de empleo industrial subió un 47% entre 2001 y 2013. Consolidó, así, la inclusión de los sectores más postergados, acompañada de políticas previsionales y educativas.

La creación de empleo potencia además la mejora del poder compra y la expansión del mercado interno reflejado en un continuo crecimiento del consumo, que ha sido lo que ha fomentado que la inversión tenga un promedio del 23% del PBI en los últimos años, un porcentaje mucho mayor al 18% de la convertibilidad. Pero ante desafíos coyunturales, como ha sido parar una de las peores corridas cambiarias que sufrió este gobierno, es indispensable contar con herramientas específicas.

Hoy en día, ante una tasa de interés Badlar de valores neutros, el sector productivo cuenta con tasas diferenciales mucho más bajas, como son el Programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario o la Línea de Créditos para la Inversión Productiva, posible por la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central. Y para seguir ampliando el financiamiento para este sector, que pasó de 7,7% en 2003 a 17% en 2014 en su relación al PBI, el Gobierno Nacional anuncio la creación de FONDEAR, un fondo de más de $10.000 millones destinados a financiar proyectos productivos y de innovación tecnológica, que sumado a las inversiones del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de ANSeS, y las inversiones de las compañías de seguro mediante el Inciso K del Plan Nacional Estratégico del Seguro, consolidan una vez más una política de Estado de fomento productivo.

Según un estudio publicado por la empresa Siemens y elaborado por la consultora estadounidense, ARC Advisory Group, la producción industrial mantendrá su crecimiento hasta al menos el año 2050, fomentado por la tecnología para el confort y para la sustentabilidad ambiental. También detalla que la inversión productiva en América Latina crecerá un 6% mientras que en Norteamérica y Europa un 3 y 4% respectivamente. No hace falta entonces decir que Argentina, con la decisión estatal de continuar apostando a la industria y a agregar valor a su producción, ha tomado el camino correcto.