Vivir con acento

Jorge Ramos

El acento es una belleza y una brújula. Dice inmediatamente de dónde venimos, el tiempo que llevamos en Estados Unidos, con quién nos juntamos, qué hacemos y qué buscamos. El acento se puede tratar de ocultar pero, como el césped que rompe el cemento, siempre brota con una palabra inesperada.

Los hispanos, con una fuerza superior a los 52 millones, estamos cambiando la forma en que este país suena. En las calles de todas las grandes ciudades se escucha el español. Varios de los programas más vistos de la televisión en Los Ángeles, Houston, Miami, Chicago y Nueva York son en español. Hace poco Univisión, que transmite en español, se convirtió en la cuarta cadena de Estados Unidos en los niveles de audiencia, desplazando al quinto lugar a la cadena NBC.

Si tu lengua materna es el español es muy probable que tengas un acento al hablar inglés. Uno de cada dos adultos hispanos nació en el extranjero y, por lo tanto, aprendió el español antes que el inglés. Eso se nota.

Hoy es “cool” tener un acento al hablar inglés. Eso lo ha demostrado la actriz colombiana Sofía Vergara. Es más, a veces hasta da la impresión de que lo exagera. Hay la sospecha de que en la vida real tiene menos acento que el de su personaje, Gloria, en la divertidísima comedia de televisión Modern Family.

Todo comenzó con el músico y actor cubano Desi Arnaz en la serie de televisión I Love Lucy. De 1951 a 1957 los norteamericanos se acostumbraron a oírlo y reírse a pesar de su fuerte acento. El actor español Antonio Banderas, a principios de los ’90, memorizaba fonéticamente los guiones en inglés y fue aceptado como parte del clan de las estrellas. Más tarde Salma Hayek, Penélope Cruz, Javier Bardem, Demián Bichir y muchos latinos más tuvieron éxito en el cine y la televisión norteamericanos a pesar de su acento. Su talento supera cualquier matiz fonético.

Hoy es normal en los medios de comunicación lo que antes era la excepción. Arnold Schwarzenegger y Henry Kissinger lograron que sus ideas, y no su acento, fueran lo importante.

Para el año 2050 seremos más de 130 millones de hispanos en Estados Unidos, según cálculos del Pew Research Center. Uno de cada tres habitantes será latino. Dentro de sólo cuatro décadas decidiremos quiénes serán desde presidentes hasta alcaldes y tendremos un impacto enorme en la forma de comer, consumir, trabajar, bailar y hablar en este país.

Y California está marcando el rumbo. Los hispanos están a punto de convertirse en el grupo étnico más grande de ese estado. Eso implica que nuestro inglés, cargado de palabras en español y del “spanglish”, ha dejado la marginalidad de los barrios latinos y ya no es mal oído.

Lo importante, sin embargo, no es que nuestro acento se escuche sino que nuestras voces se oigan. El actual debate sobre la reforma inmigratoria es el resultado de muchas voces con muchos acentos haciendo mucho ruido en las calles, en los lugares de votación, en los partidos políticos, en el Congreso y en la Casa Blanca.

Estados Unidos por fin se ha dado cuenta de que es un país de muchos acentos, y que la época en que había que ocultarlos ya ha quedado atrás. Yo llegué a los 24 años a Estados Unidos y todavía hoy en día mis dos hijos frecuentemente me corrigen la pronunciación y la gramática en inglés. No importa cuántos años pasen, cuántos libros lea y cuántas clases tome, siempre se notará que aprendí el inglés tarde en mi vida. 

Pero lo que sí he notado en mis tres décadas de vida en Estados Unidos es una creciente tolerancia a acentos que vienen de fuera del país. Recuerdo claramente a principios de los años 80 cuando una estación local de televisión en Los Ángeles contrató a la primera reportera que tenía un acento en inglés. Parecía, entonces, un gesto verdaderamente revolucionario o por lo menos muy arriesgado. Hoy, en cambio, hay tantos apellidos hispanos en los noticieros de la televisión norteamericana que es imposible siquiera hacer una lista más o menos fidedigna. Es lo normal.

A pesar de las leyes antiinmigrantes desde Alabama hasta Arizona, y de los ataques cíclicos en contra de los extranjeros, en esta nación sigue prevaleciendo una enorme tolerancia a la diversidad y una sana apertura hacia los que vienen de fuera. Estados Unidos es el país de todos los acentos en un solo idioma.

 

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