Por: Jorge Triaca
Necesitamos cambiar la lógica excluyente que nos ha venido rigiendo, que expulsa al que piensa diferente, por caminos alternativos, donde la palabra “o” deje de dominar los discursos. “Blanco o negro”, “amigo o enemigo”, “ciudad o campo” deben ceder paso a la conjunción “y”. Unir términos en el discurso, unirnos en la práctica política, re-unirnos en la vida social.
Durante la campaña presidencial de 2011 vimos muy brevemente una Presidente que mencionaba el diálogo como algo virtuoso. Sin embargo, provenía de una tradición de enfrentamiento, y apenas reelecta, la retomó. Acusaciones, enemigos, confabulaciones, léxico de milicia.
La característica principal de sus gobiernos ha sido esa: gana o pierde, ataca. Siempre ataca. La realidad comienza a devolverle cada vez más fracasos, y ello no es casualidad. Es el resultado de esa lógica de enfrentamiento continuo, por el enfrentamiento mismo, sin razón.
Las acciones políticas influyen, moldean acaso la sociedad donde operan. Sirven de ejemplo, son miradas por el conjunto. Quien siembra vientos, cosecha tempestades decían en la generación de nuestros abuelos, y esto pareciera que se hace realidad: vivir buscando problemas los produce.
Desde distintos sectores políticos le advertimos en reiteradas oportunidades al espacio oficialista que esto sucedería. Que iban camino a convertirse en un problema autónomo, puesto que se divorciaban cada vez más de la realidad.
Los rostros de los nuevos excluidos han crecido: mujeres y niños víctimas de violencia y delito, crecientes masas de desempleados, adultos que no han alcanzado alfabetización digna, migrantes que no encuentran destino y no pueden regresar a su lugar de origen, puesto que el desarrollo local ha sido devastado, frenado, desalentado por el Estado nacional.
La cultura del permanente “él o yo” no soluciona estos problemas. Los crea y contribuye a agrandarlos.
La solución proviene por la escucha atenta del otro, por alcanzar un nuevo acuerdo de convivencia política, que recupere la normalidad para el país. Con distintos matices, con agendas diferentes tal vez, se abre paso la necesidad de ofrecer al ciudadano tranquilidad, en vez de miedo. Soluciones dialogadas en vez de enfrentamientos. Menos accidentes y mejores formas de viajar. Premio para el que se esfuerza e incentivo para quien lo necesita. Que exista ascenso social en base al mérito y ayuda a quien está en estado de necesidad.
Estas elecciones traen la oportunidad, son la hora que nos brinda la democracia para edificar juntos un presente diferente y un futuro de unidad para la Argentina.