En el marco del Acuerdo de Precios, la iniciación de las Paritarias y la reciente devaluación del peso, resulta interesante analizar la dinámica del sector supermercadista.
Al igual que en muchas otros sectores de la economía argentina, las cadenas de venta minorista han experimentado un proceso de concentración y extranjerización desde mediados de los 70 que implica una fuerte limitación al proceso de redistribución progresiva del ingreso iniciado en 2003.
Si bien existen en el país alrededor de 8672 comercios (súper, híper, autoservicios en general), solo cinco cadenas concentran alrededor del 60% de la venta de “Alimentos y bebidas”, según datos del FAECYS y de las propias empresas. Entre las cadenas se destacan:
El grupo Carrefour, de origen francès: (absorbió a Norte, CasaTia, Eki, San Cayetano, LeaderPrice y Dia%). Posee más de 700 locales.
El grupo chileno Cencosud posee Jumbo, SuperVea y Disco. Tiene casi 300 bocas de expendio.
COTO de Argentina, posee 113 locales.
El patagónico grupo “La Anónima”, posee además Quijote y Best. Tiene 112 locales desde el centro santafesino hasta Ushuaia.
Y el grupo estadounidense de hipermercados Walmart: compró la francesa Auchan, posee Changomas y 61 locales en total.
Sacando otras cadenas fuertes regionalmente, el otro actor destacado son los comercios de origen chino, que poseen 4683 locales y representan el 54% del total de los supermercados del país. Si bien no son formalmente una cadena, tienen su representación corporativa y operativa equivalente: la CASRECH (Cámara Argentina de Supermercados de Residentes de la República China) y CEDEAPSA (Cámara Empresarial de Desarrollo Argentino y Países del Sudeste Asiático).
A estos grupos la concentración económica les ha permitido asumir una posición dominante y ganar capacidad de negociación incluso frente a sectores productores de alimentos y bebidas, limpieza, etc., respaldados en la gran demanda a su disposición y en el caso de los cinco grandes grupos mencionados, gracias al espacio físico disponible en sus locales y depósitos.
El proceso de crecimiento económico y redistribución progresiva del ingreso iniciado en 2003, basado en el aumento de los niveles de empleo y trabajo, los nuevos jubilados/pensionados y la asignación universal por hijo y demás programas sociales, permitieron durante los últimos 12 años un aumento más que significativo del consumo interno. Ni siquiera el fenómeno inflacionario iniciado en 2008 y acelerado en el último año detuvo los índices de consumo.
Ahora bien, la concentración económica y por ende la imposibilidad de abastecer a la población por otros canales comerciales, permite a los supermercados repetir las conductas de otros sectores altamente concentrados, centrados en la especulación: el desabastecimiento, la elución de los acuerdos firmados y el posterior aumento de precios. Esto plantea un serio problema para el Estado, por supuesto, en la medida que pone en juego su capacidad para controlar y sancionar estas conductas. Pero más debería poner en alerta y en acción a los principales perjudicados de la concentración económica: los consumidores y la población en general. En este sentido es necesario que los trabajadores, representados por los Sindicatos y demás Asociaciones, ejerzan un rol activo como consumidores responsables de que se cumplan los acuerdos. Incluso sería razonable que prioricen otros canales de comercialización tanto de las políticas públicas (carne, pastas, pescado Para Todos, el Mercado Central) como de la economía popular (ferias, mutuales y cooperativas de consumo). En definitiva, la imposibilidad de sostener los acuerdos de precios implica el mayor perjuicio para la población que vive de su trabajo diario. La historia argentina nos recuerda con varios episodios que la concentración económica permite a los empresarios firmar cualquier aumento salarial solicitado en la medida que después lo recupera con el aumento de precios.