Un discurso presidencial sin señales para 2013

Juan Gasalla

La presidente Cristina Kirchner ofreció este viernes otra destacada pieza de oratoria ante la Asamblea Legislativa, con detalles sobre los indicadores económicos positivos de la última década, aunque carente de señales acerca de iniciativas para darle nuevo impulso a la actividad económica, en franca desaceleración.

En poco menos de cuatro horas, la jefa de Estado enfatizó los progresos que se concretaron en lo que definió como “década ganada” durante la administración kirchnerista, en particular en el plano social: “Desarrollo y crecimiento son las dos palabras que más sintetizan estos últimos años”, enunció.

Apenas se refirió a los resultados obtenidos en 2012, en que la economía argentina se estancó y restó siete puntos porcentuales respecto del desempeño de 2011. Llamó “amesetamiento” a la caída de la actividad industrial de 1,2% el último año, según los datos oficiales, y soslayó el rol fundamental que tuvo la producción agropecuaria y sus derivados industriales en la fuerte expansión a partir de 2002. “La agricultura pudo desarrollarse con el modelo de industrialización. Lo cierto es que se sembró un 78% más en el Gobierno nuestro que en el de la convertibilidad, en el que no le cobraban retenciones”, dijo. No explicó que los precios internacionales se triplicaron en ese período y fueron un pilar de la reactivación.

También aseguró que la Argentina “no reprimarizó las exportaciones”, aun cuando la soja representa el principal producto que se comercia con el exterior, incluso para desplazar a otras producciones tradicionales que generan divisas para el país, como el trigo o la ganadería.

Fue un discurso con la vista puesta en el pasado, con encomiables logros en materia laboral plasmados en una reducción del desempleo al actual 6,9%, a un ritmo de 500 mil puestos de trabajo por año. No obstante, omitió referirse al estancamiento del empleo en los últimos dos años, sólo sostenido por las contrataciones en el sector público. Remarcó que se duplicó el trabajo registrado en comparación a diez años atrás, cuando la desocupación marcaba registros récord, aun cuando la informalidad laboral todavía afecta a un tercio de los trabajadores.

En otro orden, recordó otros puntos fuertes de las tres administraciones del Frente para la Victoria: el aumento de las jubilaciones, la cobertura social que ampara al 94% de la población y la implementación de la Asignación Universal por Hijo para 3,3 millones de niños. También esgrimió cifras oficiales difíciles de concebir, al asegurar que la pobreza se redujo al 6,5% de la población y la indigencia, al 1,7 por ciento. Destacó que “el salario mínimo creció un 1.338%”, a $2.875, pero no hubo comentarios sobre la inflación, la mayor preocupación en materia económica y el principal escollo para recuperar el crecimiento. Menos aún hubo definiciones sobre las restricciones cambiarias que afectan al mercado inmobiliario e, indirectamente, a la construcción.

Un tramo central del discurso, acompañado de una ovación, fue el referido a la demanda judicial entablada en Nueva York por los bonistas que no aceptaron los canjes de deuda de 2005 y 2010. La mención estuvo destinada a interlocutores del exterior: “Hemos pagado rigurosamente todo lo que nos hemos comprometido y estamos también dispuestos a pagarle a estos fondos buitre, pero no en mejores condiciones que al 93% que confió y apostó por la Argentina”, expresó, en jornadas clave en las que la Justicia de los EEUU puede definir si el país cae en un “default técnico”.

En cambio, faltaron propuestas de cara al futuro, ante la incertidumbre que persiste entre los agentes económicos y un amplio sector de la ciudadanía, que perciben la necesidad de una corrección del modelo, justamente para defender el mentado “crecimiento con inclusión”. “En estos años hemos subido muchos peldaños y creo que hemos salido del infierno“, dijo la Presidente sobre el cierre, en una explícita referencia a Néstor Kirchner y una de sus frases más recordadas. Quedó la sensación de una mandataria sin predisposición para encarar reformas, si no para aferrarse a los objetivos alcanzados, ante la contienda electoral de octubre.